Varias familias cubanas sobreviven entre ruinas y miseria dentro del antiguo hospital de Guanito, en Pinar del Río, una instalación que alguna vez fue símbolo de atención médica y hoy no es más que un refugio improvisado. Donde antes se curaban enfermos, ahora se lucha por no morir de abandono.
El creador de contenido Abelito Nemo (@abelitonemo) documentó la dura realidad del lugar, acompañado por una de las residentes y un menor de edad. La mujer contó que nació y creció entre esas paredes destruidas, y que desde hace décadas el hospital dejó de funcionar: “Yo nací y me crié aquí, desde niña. Cuando cerraron el hospital yo tenía 19 años, ahora tengo 49”, relató con resignación.
En el video se aprecia lo que queda del edificio: un conjunto de muros carcomidos, sin agua ni luz, donde los vecinos hacen sus necesidades “en una cubetica que después se bota para el monte”. La comida también escasea. “A veces en la cafetería hacen algo para almorzar, pero no es todos los días”, explica la mujer mientras muestra el entorno devastado.
Entre los restos aún se distinguen las huellas del antiguo hospital: consultorios, baños y una farmacia que hoy son puro escombro. “Esto aquí era la farmacia. Se lo llevaron todo, persianas, puertas, todo desapareció”, cuenta con un tono que mezcla rabia y cansancio.
El acceso al lugar es otro calvario. Según la residente, una ambulancia “puede demorar bastante” en llegar si ocurre una emergencia. Y el transporte público apenas pasa: “A veces entra una guagua temprano, a las seis de la mañana, pero no todos los días”.
Cocinar, en ese contexto, también se convierte en un desafío. “El gas aquí no llega. Cocinamos con carbón o con leña, y un saco ya cuesta hasta 700 pesos”, asegura. El agua potable tampoco está garantizada: “La que usamos para beber y cocinar nos la da un vecino. La otra es agua de lluvia que recogemos cuando cae del cielo”.
El propio Abelito Nemo aclaró en los comentarios que en el hospital viven actualmente unas siete familias. Todas comparten el mismo destino: pobreza extrema, sin servicios básicos y con un gobierno que mira hacia otro lado.
Este edificio fue en su momento el Sanatorio Antituberculoso Pilar San Martín, inaugurado en 1948 por orden del presidente Ramón Grau San Martín. Luego funcionó como hospital psiquiátrico hasta que fue abandonado en los años noventa, otro ejemplo del deterioro progresivo de la infraestructura pública bajo el régimen. En 2024, el canal Mario Sergio TV ya había mostrado las mismas ruinas y las pésimas condiciones de vida de sus ocupantes, pero nada cambió.
La tragedia de estas familias es apenas una muestra del caos habitacional que atraviesa Cuba. En todo el país, miles de personas viven en estructuras derrumbadas o sin acceso a servicios esenciales. En Miramar, por ejemplo, varios sintecho ocupan apartamentos vacíos del edificio Riomar, sin agua ni electricidad. En Granma, más de 30 mil familias siguen viviendo sobre pisos de tierra.
El déficit habitacional supera las 800 mil viviendas, pero el gobierno solo responde con improvisaciones. Su “gran solución” ha sido instalar casas hechas con contenedores marítimos en algunas provincias, una idea que provoca más dudas que esperanzas por su falta de condiciones para el clima cubano.
Mientras tanto, los barrios marginales crecen como la hierba mala, sin reconocimiento legal ni servicios públicos. Cada día más cubanos quedan fuera del mapa, invisibles para un régimen que se llena la boca hablando de justicia social, pero abandona a su pueblo a la intemperie.