En un país donde la basura se acumula en las esquinas y los apagones son el pan de cada día, el régimen cubano parece tener las prioridades bien torcidas. Según datos oficiales compartidos por el economista Pedro Monreal, la inversión en hoteles, servicios empresariales y actividad inmobiliaria representó la mitad del total en La Habana durante 2023.
El dato es tan escandaloso como revelador: esa cifra fue diez veces mayor que la destinada a electricidad, gas y agua, y más de 70 veces superior a lo invertido en servicios comunales, los mismos encargados de limpiar las calles y mantener la ciudad medianamente habitable.
Monreal, desde su página El Estado como tal, fue directo al grano: “Ahora se menciona la desidia como causa de los graves problemas de La Habana, pero no parece que en el relato oficial eso se refiera a la negligencia del gobierno central ni del local”. En otras palabras, el poder culpa al pueblo mientras sigue desviando recursos a hoteles vacíos y megaproyectos turísticos.
El economista también cuestionó con ironía la recién anunciada creación de “grupos de trabajo” encabezados por autoridades locales para atender las quejas del pueblo. “¿Entonces para qué sirven los 1,335 delegados municipales, los 140 provinciales y los 72 diputados nacionales de La Habana?”, preguntó. Una duda más que válida en un sistema donde los mismos funcionarios repiten promesas vacías año tras año.
Estas declaraciones llegan justo después de que Miguel Díaz-Canel y su séquito del Partido Comunista se reunieran para analizar los “principales problemas” de la capital, apenas horas después de que los habaneros salieran a protestar en Centro Habana, golpeando cazuelas, gritando “¡Libertad!” y encendiendo fogatas en plena calle tras más de 12 horas sin electricidad.
El encuentro del 3 de octubre en el Comité Provincial del Partido fue un desfile de altos cargos: Manuel Marrero, López Miera, Morales Ojeda y otros nombres del círculo duro del régimen. Según la versión oficial, se formaron equipos de trabajo que “se integrarán con las autoridades locales y la población” para resolver “las dificultades” de la ciudad.
La “solución” del gobierno incluyó, por supuesto, la participación del Ejército y del Ministerio del Interior, en lo que llaman una “atención rápida e intensa” a los problemas. En realidad, lo que se vio fue más control, más represión y ninguna respuesta real a los reclamos de los ciudadanos.
Durante la reunión, Díaz-Canel repitió su eterno libreto: pidió “ordenar y limpiar la ciudad” y exhortó a “sacudirse de la pasividad”. Pero, acto seguido, advirtió que las protestas no serán toleradas y que quienes cierren calles o salgan a reclamar serán castigados. En su mente, parece que exigir luz, agua o comida es un acto “indecente”.
Mientras el gobernante habla de “sistematizar el trabajo”, los números no mienten. La inversión en turismo y bienes raíces sigue devorando el presupuesto, dejando en ruinas los servicios básicos. Y, para colmo, el turismo mismo está en picada: en el primer semestre de 2025 las llegadas de visitantes, los ingresos y la ocupación hotelera se desplomaron hasta un 21,5%, una de las cifras más bajas de toda la región.
El fracaso de la estrategia de “primero el turismo” es evidente, pero el régimen se niega a cambiar el rumbo. Prefiere seguir levantando hoteles vacíos mientras los habaneros viven entre apagones, colas y montañas de basura, sin agua corriente y sin esperanza.