Miguel Díaz-Canel volvió a protagonizar otro de sus numeritos de propaganda este fin de semana, cuando publicó en Facebook un video donde aparece barriendo hojas en los jardines del Palacio de la Revolución. A su alrededor, un grupo de ministros y funcionarios lo acompañaban, escoba en mano, como parte de una supuesta “jornada de higienización” en La Habana.
Con su ya acostumbrado tono de superioridad, el gobernante dijo que “hay gente que cree que otros les tienen que resolver el problema”, echándole en cara al pueblo su falta de participación. Una vez más, el mandatario que ha llevado al país al desastre, intenta culpar al cubano de a pie por el fracaso del propio gobierno.
El video mostró a Díaz-Canel y a su esposa, Lis Cuesta, junto al primer ministro Manuel Marrero Cruz y otros dirigentes, haciendo como que limpiaban el área del Palacio. Todo un acto de teatro político para aparentar “compromiso institucional”, mientras la ciudad se ahoga en basura, pestes y mosquitos.
Según el propio Díaz-Canel, “la población se ha sumado” a la convocatoria y “la gente ha actuado con sentido de responsabilidad”. Palabras vacías de un dirigente que lleva años tratando de revivir aquellos “domingos rojos” que ni en los 80 funcionaban.
El gobernante reconoció que las condiciones del país son críticas, pero insistió en que “todo se puede resolver con trabajo diario y sentido de pertenencia”. Dijo que “si se limpia un poco todos los días, no se acumula la basura”. Como si la falta de camiones, combustible o una mínima gestión comunal se resolviera con escobas improvisadas y discursos de optimismo forzado.
Para colmo, aseguró que “todo el mundo está contento porque estamos viendo cosas limpias que hacía tiempo no veíamos”. Una frase que provocó carcajadas en redes, donde muchos comentaron que el único lugar limpio era el Palacio de la Revolución, porque el resto de la ciudad sigue igual o peor.
En tono crítico, el mandatario también señaló que “no todos acudieron al llamado” y que hay quienes “esperan que otros les resuelvan los problemas”. Pero lo que no dice es que la responsabilidad de recoger la basura y garantizar la salubridad pública es del propio Estado, no del pueblo que ya bastante tiene con sobrevivir.
La realidad es que esta “operación de limpieza” llega después de semanas en que las redes se han llenado de imágenes de calles desbordadas de desechos, vertederos improvisados y protestas barriales por la falta de recolección. La Habana y otras ciudades del país sufren un colapso total en los servicios comunales. No hay camiones, no hay gasolina, y lo poco que queda lo manejan burócratas sin rumbo.
Hace un año, Díaz-Canel había ordenado que “cada ministerio atienda un municipio” y que las mipymes colaboraran en la limpieza. Un parche más de los tantos que se anuncian con bombos y platillos, pero que no resuelven absolutamente nada. Los problemas no solo siguen, sino que empeoran cada día.
Durante la jornada del fin de semana, el régimen movilizó hasta reclutas del Servicio Militar, policías y trabajadores estatales para aparentar un esfuerzo colectivo. En las redes, los habaneros bautizaron el espectáculo como un “teatro de domingo”. Un usuario escribió en X: “Se pusieron a limpiar el Palacio, pero la basura son ustedes”. Una frase que resume el sentimiento general.
El cinismo de Díaz-Canel al culpar al pueblo por la suciedad del país ha sido interpretado como otra muestra de su desconexión con la realidad. En Cuba, los servicios de limpieza, la recogida de basura y el saneamiento dependen completamente del Estado. Echarle la culpa a la población es un intento descarado de desviar la atención del fracaso estructural del sistema comunista.
Mientras tanto, los cubanos siguen padeciendo las consecuencias: mosquitos, enfermedades, apagones, falta de agua y un desamparo total. El verdadero problema no está en las calles, sino en el poder que genera toda esa podredumbre.
Díaz-Canel, fiel a su estilo de improvisar sobre la marcha, dijo que estas jornadas deben repetirse “cada cierto tiempo” y propuso hacer “maratones de limpieza”. A falta de soluciones reales, su receta mágica es barrer un par de veces al mes para tapar el desastre de décadas.
Como siempre, el gobernante habló de “trabajar fuertemente” para mejorar el abasto de agua en la ciudad, sin dar una sola cifra, fecha o plan concreto. Palabras huecas para un país que ya no se traga más el cuento.