En plena oscuridad nacional, mientras millones de cubanos sudan sin ventilador y cocinan a la luz de un mechón, la viceprimera ministra Inés María Chapman salió con una de esas ocurrencias que solo pueden venir desde la burbuja del poder: sacar televisores a la calle y conectarlos a un grupo electrógeno para que los vecinos puedan ver las orientaciones del gobierno durante los apagones.
La insólita idea salió al aire en un reporte de la Televisión Cubana (TVC), donde Chapman insistió en la “importancia de la comunicación social en tiempos de crisis”. Eso sí, no mencionó ni una palabra sobre cómo resolver el desastre eléctrico que tiene al país entero a oscuras.
“Como está el déficit energético, hay personas que no pueden ver la televisión, pero miren, donde está el grupo electrógeno se puede sacar un televisor para que la gente lo vea”, soltó la funcionaria, convencida de que su propuesta era ingeniosa. Pero para el cubano de a pie, la frase sonó más a burla que a solución.
El planteamiento ocurrió durante una reunión entre el sistema hidráulico y la Unión Eléctrica (UNE), donde Chapman pidió “reforzar vínculos” entre ambos sectores y “buscar soluciones” a las quejas del pueblo. Sin embargo, su improvisado “cine de barrio” con corriente prestada fue lo único que terminó acaparando la atención en redes sociales, donde los cubanos reaccionaron con sarcasmo e indignación.
Durante el encuentro, el director de la UNE, Alfredo López Valdés, reconoció que la situación es crítica, tanto en la generación eléctrica como en el abasto de agua. Hay zonas, dijo, donde se necesita entre 4 y 24 horas de servicio para bombear el líquido, mientras en La Habana el déficit supera los 2,000 litros por segundo, afectando a más de 233,000 personas con cortes totales o parciales.
Pese a este panorama, Chapman instó a movilizar “a delegados, presidentes de consejos populares, CDR, Federación y organizaciones de masas” para que salgan a “explicar la situación” al pueblo, incluso en lugares donde no hay electricidad. Una ironía más en un país donde las explicaciones sobran y las soluciones nunca llegan.
En medio de los apagones, el hambre y el cansancio, la idea del televisor en la calle parece una metáfora perfecta del absurdo cubano: un régimen que prefiere gastar combustible en mantener viva su propaganda antes que en devolverle la luz a la gente.
Lo único que no aclaró la viceprimera ministra es si los vecinos deberán anotarse en una lista para ver el noticiero, o si también controlarán quién aplaude los discursos y quién no.
Mientras tanto, el gobierno sigue pidiendo “unidad” y “comprensión”, las mismas palabras de siempre, mientras el país se apaga —literalmente— entre discursos, promesas y televisores encendidos a golpe de planta.
