En Cuba, hasta las vacas tienen más protección que las personas. Y no lo decimos en broma. Esta semana, un tribunal de Artemisa condenó a dos hombres a siete y ocho años de prisión por matar y vender carne de res sin la bendita “autorización del Estado”. Sí, ocho años de cárcel… por una vaca.
El caso, que fue presentado por los medios oficiales como un ejemplo de “respeto al debido proceso” y “justicia revolucionaria”, deja en evidencia una vez más la mano dura del régimen con los llamados delitos económicos, sobre todo cuando se trata de tocar “la carne roja”, ese lujo perdido en la mesa del cubano promedio.
“Respetando la Constitución”… pero con sabor a escarmiento
El juicio se celebró el 26 de septiembre de 2025 en el Tribunal Provincial Popular de Artemisa. Según informaron los medios locales, los acusados habrían robado y sacrificado una res en la zona de la finca Carranza, en el municipio de Mariel, con la intención de vender la carne y sacar algo de dinero. Nada nuevo en un país donde la gente tiene que inventar para sobrevivir.
El tribunal declaró probado que los hombres actuaron “sin autorización” y “con ánimo de lucro”. Por eso, además de la cárcel, les impusieron una serie de sanciones adicionales: prohibición de salida del país, confiscación de los instrumentos usados en el delito y hasta el pago de una compensación al dueño del animal.
Los medios estatales, como de costumbre, insistieron en que el proceso fue “transparente” y que se respetaron las garantías constitucionales. Pero el tono del reporte deja claro que lo que buscaban era dar un escarmiento público, un mensaje al estilo: “mira lo que te pasa si te atreves a matar una vaca sin permiso”.
Una moda represiva en todo el país
Lo curioso es que este caso no es aislado. En los últimos meses, los tribunales cubanos se han llenado de historias parecidas: campesinos y matarifes que terminan presos por intentar vender carne o alimentar a sus familias.
En Mayabeque, por ejemplo, un hombre recibió 10 años de cárcel por un robo con violencia. En Ciego de Ávila, la policía arrestó a cuatro matarifes acusados de robar ganado a campesinos locales. En Sancti Spíritus, un recluso que estaba de pase aprovechó la oportunidad para robar un caballo y sacrificarlo en su propia casa. Y en Santiago de Cuba, un joven fue capturado mientras intentaba robar una vaca y lo pasearon amarrado por las calles como si fuera una escena del siglo XIX.
A eso se suman videos virales de sacrificios clandestinos, decomisos de carne sin control sanitario y operativos policiales en varias provincias. Todo ocurre mientras los cubanos siguen sufriendo el desabastecimiento, los apagones y el alza de los precios de los alimentos.
Entre el hambre y la represión
El robo y sacrificio ilegal de ganado se ha convertido en una señal de los tiempos en Cuba. No se trata solo de “delincuencia”, como repite el discurso oficial, sino del reflejo de un país donde comer carne se volvió un lujo reservado para unos pocos.
Mientras tanto, el gobierno prefiere hacer juicios “ejemplarizantes” y mostrar “respeto al debido proceso” en televisión, en lugar de atender las verdaderas causas del problema: la miseria, la desesperación y la falta de oportunidades.
Y así seguimos… entre el hambre y la represión, con el pueblo mirando cómo a dos hombres los mandan casi una década a prisión por una vaca que, probablemente, ya ni queda en los registros del tribunal.