El barrio Santa Felicia, en pleno corazón de Marianao, volvió a encenderse este fin de semana, pero no precisamente con electricidad. Lo que iluminó la noche fueron los cacerolazos y los gritos de protesta de vecinos hartos de los apagones, el hambre y la falta de libertad que asfixia a Cuba.
Según mostró el músico El Funky en sus redes sociales, los manifestantes salieron a la calle a ritmo de ollas, tapas y cucharones, exigiendo lo básico: “¡luz, comida y libertad!”. En medio del caos, la multitud bloqueó la avenida 51, una de las arterias más transitadas de Marianao, dejando claro que la paciencia del pueblo tiene un límite.
Testigos en la zona aseguran que, tras varias horas de tensión, la Policía Nacional Revolucionaria llegó en manada para dispersar a los presentes. Como ya es costumbre, hubo arrestos y golpes, aunque el régimen no ha revelado cuántas personas fueron detenidas. Lo cierto es que, una vez más, la respuesta del gobierno no fue diálogo, sino represión.
La protesta de Santa Felicia no es un hecho aislado. En las últimas semanas, La Habana ha sido escenario de cacerolazos y apagones interminables. Barrios como Centro Habana, El Cerro, Cojímar y La Habana Vieja también han visto a su gente salir a exigir lo que el régimen no ha podido garantizar en más de seis décadas: una vida digna.
Santa Felicia, una comunidad humilde y trabajadora, lleva meses sufriendo apagones diarios, escasez de alimentos y una crisis de servicios básicos que raya en lo inhumano. La avenida 51, donde ocurrió el plantón, conecta varios barrios obreros y es vital para el tránsito local, por lo que los bloqueos provocaron un parón total del tráfico durante horas.
Hasta el cierre de esta nota, las autoridades siguen guardando silencio, fingiendo que nada ocurrió. Pero los videos, los gritos y el sonido metálico de las ollas vacías no mienten: el pueblo habanero está perdiendo el miedo, y cada apagón se convierte en una chispa más que podría incendiar todo el país.