Historias como la de Aleida Palomo Sánchez son un golpe directo al discurso vacío del régimen cubano sobre “humanismo” y “solidaridad”. Porque mientras sirvas a su propósito, te llenan de aplausos y consignas, pero cuando ya no eres útil, te tiran al olvido como si nunca hubieras existido.
Aleida, exatleta de alto rendimiento y profesora, fue vista deambulando enferma y desorientada por las calles de Santiago de Cuba, buscando ayuda para sobrevivir. Su imagen, compartida en redes por el activista y escritor Yasser Sosa Tamayo, estremeció a todo el que la vio.
El propio Sosa contó que la mujer, quien llegó a representar a Cuba en los Juegos Panamericanos de 1991, caminaba con pasos lentos, la ropa desgastada y la mirada perdida. “Su cuerpo enfermo y su ropa gastada son el retrato más cruel del abandono”, escribió en su publicación, donde dejó claro que lo que sintió fue impotencia y dolor ante tanta indiferencia.
Aleida no fue cualquier persona. Fue una mujer que llevó la bandera cubana en el pecho y el orgullo de su país en cada competencia, y que después dedicó su vida a formar a nuevas generaciones desde las aulas. Hoy, esa misma mujer camina invisible entre nosotros, como escribió Sosa, en una frase que dolió más que mil discursos oficiales.
El activista contó que, al verla, solo pudo entregarle lo poco que tenía encima. “Fue mi forma de decirle: no estás sola”, confesó. Un gesto humilde que contrasta con la frialdad de un sistema que solo recuerda a sus héroes cuando sirven para propaganda.
La publicación de Sosa encendió las redes. Muchos cubanos exigieron una respuesta inmediata del INDER y de las instituciones del régimen, que tanto presumen del deporte revolucionario pero abandonan a los mismos atletas que un día les dieron gloria. Otros usuarios se unieron al llamado de ayuda, pidiendo apoyo directo para Aleida: un plato de comida, una visita, una palabra de aliento… cualquier cosa que le devuelva un poco de dignidad.
El propio Sosa cerró su mensaje con una pregunta que dejó a todos pensando: “¿Qué significa la verdadera gloria: las medallas o la humanidad que damos a los demás?” Una frase que desmonta de un golpe toda la hipocresía oficial.
Pero este caso no es único. Cada vez son más las historias que salen a la luz sobre maestros, entrenadores y profesionales cubanos hundidos en la miseria, olvidados por el Estado al que dedicaron su vida. Sosa mismo contó hace poco que encontró a su antiguo profesor de Química viviendo solo y enfermo, en un local destartalado, sin que nadie del gobierno moviera un dedo.
También se conoció el caso de un profesor universitario jubilado que sobrevive vendiendo cualquier cosa en la calle para poder comer, y el de Juan Bautista, un maestro de ciencias y compositor, hoy sumido en la pobreza y la soledad, sin ayuda ni reconocimiento.
Todos ellos son reflejo de un país donde los que un día fueron ejemplo, hoy son testigos vivos del abandono y el fracaso de un sistema que se llena la boca hablando de justicia social, pero deja morir a su gente con hambre y tristeza.