La Empresa de Transporte Agropecuario, bajo el paraguas de Tabacuba, estrenó recientemente un nuevo lote de vehículos pesados que, según sus directivos, promete agilizar el traslado de recursos para la actividad agrícola y agroindustrial del tabaco en Pinar del Río, informó el periódico Guerrillero.
Entre las adquisiciones destacan 10 cuñas de tractor, 21 semirremolques y cinco pipas de combustible, además de autos ligeros destinados a tareas administrativas y servicios funerarios en las zonas tabacaleras. Aunque los directivos pintan un panorama de modernización, buena parte del parque vehicular sigue siendo antiquísimo, con unidades que superan los 50 años de explotación, mantenidas solo a base de reparaciones improvisadas.
Emilio Triana Ordaz, director general de la empresa, aseguró que la nueva flota permitirá trasladar más de 200 contenedores con insumos para la campaña tabacalera que comienza este mes. Sin embargo, en el terreno la situación pinta diferente: los productores agrícolas siguen esperando fertilizantes, combustible y otros insumos básicos que nunca llegan a tiempo, dejando claro que modernizar la logística no resuelve la falta de recursos reales.
La empresa, además de transportar tabaco y madera, ahora asegura mover fertilizantes, productos de la canasta básica, materiales para el programa de vivienda e incluso apoyar la recogida de basura y servicios funerarios. Implementó un sistema de control interno donde cada chofer debe mantener su vehículo en óptimas condiciones y un comité decide la asignación de plazas, todo con la intención de dar una imagen de eficiencia.
Pero el contraste con la realidad de los productores es evidente. Mientras Tabacuba presume su cadena logística “puerto–transporte–economía interna”, en los campos la escasez crónica y la dependencia de importaciones siguen limitando la producción agrícola. La maquinaria nueva aún no se traduce en mejoras tangibles para quienes trabajan la tierra.
En agosto, seis productores tabacaleros recibieron automóviles como parte de un programa de estímulo, pero la medida no oculta que la estructura de control y la falta de autonomía siguen siendo la regla.
A esto se suma una revelación que desnuda la realidad del régimen: Tabacuba admitió oficialmente que presos cubanos participan en la fabricación de los afamados puros habanos, confirmando denuncias que desde hace años venían circulando. Según el informe de la ONG Prisoners Defenders, en la prisión de Quivicán trabajan al menos 40 reclusos como torcedores, supervisados por dos civiles que ejercen de instructores y administradores. La industria del tabaco, uno de los mayores ingresos en divisas de Cuba, se construye así sobre la explotación de mano de obra carcelaria, dejando al descubierto las contradicciones entre el lujo de la logística oficial y la precariedad de quienes realmente producen.