El cantautor cubano Raúl Torres, conocido por su cercanía al régimen, volvió a generar polémica al proponer lo que él llama un “socialismo de mercado”, o sea, una especie de economía con apertura limitada, siempre bajo el paraguas del control socialista. En un texto publicado este martes, Torres lanzó su advertencia clara: “No podemos esperar a que el pueblo se bote a la calle”, dejando entrever su preocupación por el descontento social que recorre la isla.
Según el propio músico, la idea es permitir una apertura económica gradual: incentivar emprendimientos privados en sectores no estratégicos, respaldar cooperativas con créditos y combinar planificación central con mecanismos de mercado para bienes de consumo. Todo, por supuesto, sin perder la tutela estatal sobre recursos vitales como energía, comunicaciones y materias primas.
Sin embargo, y fiel a la línea del régimen, Torres insiste en que esta flexibilización venga acompañada de vigilancia ideológica. Propone denunciar y “neutralizar” a cualquier empresario que muestre ambiciones políticas, reforzando el control a través de los CDR y otras organizaciones de masas, mientras se mantiene la tributación progresiva para financiar salud y educación. La empresa estatal socialista sigue siendo, según él, el pilar irreductible de la economía.
El cantautor justifica la medida apuntando tanto al bloqueo estadounidense como a las fallas internas del sistema, y cita el estallido social en Chile en 2019 como advertencia de lo que pasa cuando no se atienden las demandas de la población. De ahí su mensaje urgente: hay que “permitir al pueblo respirar aliviado sin renunciar a las conquistas” del sistema, mientras se asegura que el poder político siga blindado.
En su propuesta, el mercado se convierte en una especie de válvula de escape, más para calmar tensiones que para introducir cambios reales. Torres abre la puerta a la iniciativa privada, pero con la otra mano mantiene filtros ideológicos, vigilancia estricta y la preeminencia estatal en los sectores estratégicos. La apertura económica queda así subordinada a la continuidad del control político, mostrando la contradicción de invocar mercado mientras se preserva un poder absoluto.