El Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI), una joya académica de La Habana y orgullo de generaciones de diseñadores cubanos, hoy parece un símbolo del desastre nacional: fue saqueado de arriba abajo tras quedarse sin vigilancia.
El director de arte del ICAIC, Luis Lacosta, fue quien encendió la alarma en redes sociales al denunciar en Facebook lo que llamó “un vandalismo total y doloroso”. Contó que el edificio del ISDI, situado en la calle Belascoaín, quedó sin custodia después de un derrumbe parcial, y ahí mismo empezó el festín de los ladrones.
Según vecinos de la zona, la gente se metió sin control y se llevó de todo: muebles, mesas de dibujo, televisores, aires acondicionados y hasta documentos académicos. Ni los archivos, ni las tesis, ni el patrimonio histórico del instituto se salvaron.
Lacosta describió con rabia que “hasta las puertas y las ventanas desaparecieron”, dejando el inmueble en los huesos. Y lanzó una pregunta que muchos se hacen en Cuba: “¿Qué le va a decir el Estado al pueblo? Si ni una universidad puede protegerse, ¿qué queda para nuestros museos y archivos?”
Las fotos que compartió hablan solas: huecos donde antes hubo puertas, vidrios rotos, paredes peladas… un reflejo más del abandono que asfixia al país.
En redes, exalumnos y profesionales del diseño reaccionaron con tristeza e indignación. Muchos recuerdan al ISDI como un espacio vibrante, de creatividad y talento, que ahora luce como un cadáver olvidado. Pero, fiel a su estilo, el régimen guarda silencio, sin una palabra oficial sobre el saqueo ni sobre el estado actual del edificio.
La denuncia de Lacosta no llega sola. Días antes, Esteban Aquino, otro graduado del ISDI, había mostrado imágenes desgarradoras: tesis, investigaciones y libros tirados en el suelo como basura, algunos incluso botados en el parque Carlos J. Finlay. Todo un insulto al esfuerzo de generaciones que dejaron su huella en esa institución.
El ISDI atraviesa una de sus peores etapas. El derrumbe parcial de su sede marcó el principio del fin, luego de años de advertencias ignoradas. Aunque en 2022 apuntalaron el edificio para “ganar tiempo”, la inacción pesó más que la prevención, y el resultado fue un colapso total.
Tras el desastre, parte del inmueble terminó desplomándose, dejando a una anciana herida y a varias familias sin hogar. Lo que debía ser un templo del diseño se convirtió en otro retrato del hundimiento del país.
Un exalumno lo resumió sin pelos en la lengua: “El derrumbe del ISDI es también el derrumbe de Cuba.”
Mientras tanto, estudiantes y egresados critican al actual decano, acusado de autoritarismo y de vivir fuera de la realidad. Su famosa frase —“no se necesita internet para diseñar”— se volvió viral como símbolo de la desconexión total de las autoridades con el mundo moderno.
Finalmente, el ISDI fue trasladado al antiguo Politécnico Pablo de la Torriente Brau, en Playa, y la vieja sede fue declarada inhabitable. El gobierno, como siempre, promete una “reconstrucción” que pocos creen posible.
