En Santiago de Cuba la paciencia se agotó. Un intento de robo en plena calle terminó con un grupo de vecinos al borde del linchamiento, cansados de ver cómo los ladrones andan sueltos mientras la policía apenas reacciona. Lo que pasó en el Reparto Agüero, entre las calles B, 7 y 8, fue la chispa que encendió una conversación que se repite en toda Cuba: la gente ya no confía ni en la justicia ni en las autoridades.
El hecho, narrado por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, muestra la tensión que se vive en las calles orientales. Según su relato, un joven arrebatador fue sorprendido justo en el momento en que intentaba cometer el asalto. Los vecinos, sin pensarlo mucho, lo redujeron al suelo e impidieron que escapara.
Pero lo que vino después fue un momento de pura furia colectiva. Varias personas querían golpearlo ahí mismo, hacer justicia con sus propias manos. El ambiente se puso tan tenso que solo la intervención de otros residentes —que pidieron calma y llamaron a la policía— evitó que el incidente terminara en tragedia.
Minutos después llegaron los agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y se llevaron al detenido. Pero la escena ya había dejado una marca en la comunidad. No fue solo el susto, fue el sentimiento compartido de que “esto puede pasarle a cualquiera” y que las autoridades ya no garantizan seguridad ni justicia.
Un vecino, visiblemente molesto, lo resumió sin rodeos:
“Aquí la gente ya no aguanta más. Uno se arriesga a detener a un ladrón, y al otro día lo ve de nuevo en la esquina”.
Y esa frase lo dice todo. En Santiago, como en muchas otras provincias, se ha vuelto común ver cómo los delincuentes regresan a las calles poco después de ser arrestados. Esa sensación de impunidad ha llevado a muchos cubanos a actuar por cuenta propia, algo peligrosísimo en un país donde la rabia acumulada puede estallar en cualquier momento.
Mayeta Labrada advirtió que este caso es un reflejo de la tensión social creciente. Los robos se multiplican, los recursos escasean y la desesperación hace que los ciudadanos tomen la justicia en sus manos. Cada semana aparecen videos o fotos de hechos parecidos, donde los propios vecinos detienen a ladrones, a veces con más violencia que la que cometen los asaltantes.
El comunicador pidió que quienes reconozcan al presunto ladrón lo contacten, garantizando que mantendrá su identidad en reserva. Pero más allá del incidente, el mensaje que deja es claro: Cuba está al borde del colapso social, y los ciudadanos sienten que ya no hay instituciones capaces de protegerlos.
Lo ocurrido en Santiago no es un caso aislado. Es una muestra del cansancio colectivo, de un pueblo que ve cómo la delincuencia crece mientras la justicia mira hacia otro lado. Y aunque esta vez la historia no terminó en linchamiento, la próxima podría no tener la misma suerte.