Las autoridades de Villa Clara encendieron las alarmas esta semana tras confirmar un repunte preocupante de dengue, chikungunya y oropouche en toda la provincia. Ante la gravedad del panorama, el régimen activó los llamados “grupos temporales de enfrentamiento” en los 13 municipios, como si eso fuera suficiente para tapar el sol con un dedo.
Durante la reunión del grupo provincial, presidida por la gobernadora Milaxy Yanet Sánchez Armas, se anunció un supuesto plan de acción que incluye fumigaciones masivas, apertura forzosa de viviendas cerradas y movilización de personal estatal y privado. Todo suena muy organizado en el papel, pero la realidad en las calles es otra: los mosquitos mandan y el pueblo sigue indefenso.
El doctor Neil Reyes Miranda, director del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, reconoció que la única forma de frenar el brote sería con la cooperación de la población y la unión entre los sectores estatal y no estatal. En buen cubano: sin la gente, no hay milagro. Pero claro, cuando el gobierno reprime más de lo que escucha, la colaboración se vuelve una utopía.
Hasta el momento, se han registrado 14 casos graves, aunque las autoridades insisten en que no hay fallecidos. Para el fin de semana, se prometieron jornadas de higienización con apoyo del sector agrícola, que aportará equipos de fumigación. Sin embargo, todos saben que estas campañas son las mismas de siempre, recicladas cada año, sin resultados reales ni transparencia en los datos.
En paralelo, el vocero del régimen, doctor Francisco Durán García, salió en su tradicional actualización semanal a negar los rumores de muertes en Matanzas, asegurando que “los servicios de salud no han colapsado”. Según él, circulan tres arbovirosis en el país: el dengue, con presencia estable; el chikungunya, que se expande desde Matanzas; y el Oropouche, que supuestamente va en descenso.
El ministro de Salud, José Ángel Portal Miranda, repitió el mismo guion oficial en una reunión con el Partido Comunista en Matanzas, asegurando que “no hay muertos ni casos críticos”. Pero su frase más reveladora fue otra: “Nadie puede esconder una epidemia ni los muertos”. Una declaración que sonó más a confesión que a defensa.
Mientras tanto, en las redes y en los barrios, la historia es diferente. Ciudadanos y médicos denuncian muertes que el gobierno intenta ocultar, y aseguran que los hospitales están desbordados. La historiadora y activista Alina Bárbara López Hernández fue clara: “Hay una orden de desmentir las muertes por arbovirosis. Lo están haciendo Durán, el ministro y las autoridades matanceras”.
También rompió el silencio la periodista Yirmara Torres Hernández, expresidenta de la UPEC en Matanzas, quien contó la muerte de una vecina por chikungunya. “No hay muertos, pero los hay”, dijo, denunciando que la población vive en condiciones deplorables: mal alimentada, con estrés constante y rodeada de mosquitos, ratas y cucarachas. Con ese panorama, ¿qué control sanitario puede funcionar?
En La Habana, el hospital Salvador Allende (La Covadonga) enfrenta tal desborde que las autoridades evalúan cerrar parcialmente sus servicios habituales para dedicar salas completas a pacientes con arbovirosis. Fuentes internas confirmaron que una comisión provincial inspeccionó el centro el 7 de octubre, ante el creciente número de casos en la capital.
En Ciego de Ávila, los comunales intensificaron las labores de limpieza y fumigación, sobre todo en los municipios más sucios, como parte del intento desesperado de eliminar criaderos del Aedes aegypti, el mismo mosquito que lleva décadas burlándose del sistema sanitario cubano.
Según datos oficiales, la provincia acumula más de 5,000 casos de síndromes febriles en lo que va de año, con circulación confirmada de dengue, chikungunya y Oropouche. La transmisión activa fue reconocida en zonas de Ciego y Morón, pero los vecinos aseguran que los contagios son mucho más altos de lo que se dice en los partes del gobierno.