La artista matancera Sindy San Miguel Fariñas, vecina del poblado de Carlos Rojas, en Jovellanos, ha encendido las alarmas en redes sociales al denunciar la crisis sanitaria que golpea a su comunidad. Según contó, el lugar está viviendo un brote de chikungunya en medio de un panorama de hambre, miseria y absoluta escasez de medicamentos.
“Estoy con el mismo dolor que en los primeros días de la enfermedad. Los pies los arrastro, las rodillas no me doblan del dolor y la inflamación es insoportable”, escribió la artista en su cuenta de Facebook, describiendo con crudeza el sufrimiento que atraviesa. Aseguró que apenas puede hacer las tareas básicas del hogar y que cualquier esfuerzo físico la deja en cama.
Contó además que, tras una leve mejoría, los síntomas regresaron con más fuerza, y culpó directamente a la falta de una alimentación adecuada. “Necesitamos unos 8 mil pesos para poder comer al menos una vez al día con lo necesario en vitaminas. Pero comer en Cuba no siempre significa alimentarse”, lamentó, dejando al descubierto la miseria en que el régimen ha sumido al pueblo.
La artista explicó que los precios de los alimentos son simplemente una burla para cualquier trabajador: “Una lata de atún cuesta tres mil pesos, un cartón de huevos lo mismo, y un litro y medio de yogur natural, mil setecientos cincuenta. ¿Quién en este país puede pagar eso? Nadie. Y así quieren que uno se recupere.”
Fariñas detalló que toda su familia —sus abuelos ancianos, su padre, su hija y ella misma— han pasado por el virus en apenas un mes, y que los remedios caseros como el paracetamol o los caldos no bastan para enfrentar una enfermedad así. “Nuestro cuerpo no tiene con qué librar esta batalla”, confesó con impotencia.
Pero su denuncia no se quedó solo en la parte médica. La artista apuntó con fuerza contra el régimen cubano, responsabilizándolo del abandono en que viven miles de familias. “Si no abrimos los ojos, vamos a morir como perros callejeros. Los cubanos vivimos una película de terror, menos esa minoría privilegiada que sigue encerrada en sus cápsulas de cristal mirando cómo el resto se hunde”, lanzó sin rodeos.
Su mensaje se volvió más incendiario al arremeter contra los dirigentes del país: “Gobierno ridículo, partida de hipócritas, mediocres sin alma. Han destruido la vida de millones solo para mantener sus privilegios. Lárguense ya, antes de que sea tarde.” Y remató con una frase que ha resonado con fuerza en redes: “Ojalá que de tanta hambre, los cubanos terminen por comerse el miedo.”
Mientras tanto, las autoridades de Matanzas tratan de minimizar la gravedad del brote. La viceministra de Salud, Carilda Peña García, reconoció limitaciones en recursos y fumigación, pero insistió en que “la situación está controlada” y que no se han reportado muertes. Sin embargo, los testimonios de médicos, periodistas y vecinos cuentan una historia muy distinta.
La historiadora y activista Alina Bárbara López Hernández denunció que el régimen ordena ocultar los fallecimientos vinculados al chikungunya. “Los certificados de defunción no dicen ‘chikungunya’, pero todos sabemos que fue eso lo que los mató”, aseguró. A sus palabras se sumó la periodista Yirmara Torres Hernández, quien contó la muerte de una vecina por el virus: “Dicen que no hay muertos, pero los hay.”
El gobierno, por su parte, se ha apresurado a reforzar el hospital pediátrico Eliseo Noel Caamaño, habilitando incluso un centro anexo en la Universidad de Ciencias Médicas y movilizando miles de estudiantes para eliminar criaderos del mosquito Aedes aegypti. Sin embargo, esos gestos desesperados solo confirman que el brote está fuera de control.
Mientras los burócratas del Partido repiten su guion de “todo bajo control”, el pueblo matancero enfrenta la enfermedad sin comida, sin medicinas y sin esperanza. Testimonios como el de Sindy San Miguel Fariñas son la prueba viva de que en Cuba no hay sistema de salud que aguante el abandono ni dictadura que tape el dolor de un pueblo enfermo y hambriento.