Un mensaje interno de la Dirección Municipal de Salud de Camagüey, filtrado recientemente, deja al descubierto lo que el régimen intenta esconder: hay casos confirmados de chikungunya en las áreas de salud Finlay y Pirre, y además se sospecha que el virus Oropouche también anda circulando por la zona.
El documento, dirigido solo a médicos y compartido por el periodista cubano José Luis Tan Estrada en su perfil de Facebook, exige “máxima seriedad” en la búsqueda activa de pacientes con fiebre y en la vigilancia epidemiológica. En otras palabras: saben que la cosa está caliente, pero no quieren que el pueblo se entere.
Según el texto, los galenos deben prestar especial atención a cualquier paciente febril sin IgM positiva, o que presente síntomas distintos al dengue, lo que podría indicar otra arbovirosis. También se ordena reportar inmediatamente los casos sospechosos, reforzar la educación sanitaria y acelerar las acciones de control del mosquito.
Incluso se alerta que en zonas donde haya muchos enfermos con fiebre y diarrea podrían estar circulando otros virus, lo que requiere diagnósticos urgentes. Pero a pesar de la gravedad de la situación, el Ministerio de Salud Pública sigue sin decir ni esta boca es mía. No hay comunicado oficial, ni alerta pública, solo silencio y secretismo.
El mensaje termina con una advertencia que lo dice todo: “No quiero dormidera. Estemos atentos y sin miedo, alerten sobre posibles brotes”. Es decir, hasta dentro del sistema médico se respira tensión y temor, porque los médicos saben que hablar demasiado puede costarles caro.
En las redes, los camagüeyanos no se han quedado callados. Muchos denuncian la falta de medicamentos, reactivos, combustible y fumigación, mientras la basura y los salideros se multiplican en cada barrio. “Tratan de esconder lo que ya todo el mundo sabe”, escribió una usuaria, mientras otros califican la situación con crudeza: “Cuba es un basurero y los mosquitos tienen más derechos que la gente”.
El mutismo del gobierno frente al brote solo confirma su vieja costumbre de esconder las epidemias hasta que el caos se hace imposible de tapar. Ya pasó en Matanzas, donde los reportes de colapso sanitario, fiebre generalizada y hospitales desbordados contradicen el discurso oficial que asegura que “no hay fallecidos por dengue ni chikungunya”.
El propio ministro José Ángel Portal Miranda y el vocero del régimen Francisco Durán García repiten el mismo guion: negar muertes, minimizar el colapso y evitar la palabra “epidemia”. Pero la realidad en las calles es otra, y los cubanos lo saben.
En medio de la falta de reactivos, combustible para fumigar y recursos básicos en los hospitales, el régimen opta por mentir antes que admitir su fracaso. Reconocer que circulan varios virus a la vez sería aceptar el desastre del sistema sanitario y el abandono total de la salud pública.
Por eso prefieren hablar de “comorbilidades” en vez de muertes por arbovirosis, borrando con el discurso la tragedia que vive la gente. Mientras tanto, miles de cubanos padecen fiebre, dolores intensos y largas esperas sin diagnóstico ni tratamiento.
Negar la evidencia científica no detiene los virus, los vuelve invisibles, y eso es lo que el gobierno hace: ocultar una crisis sanitaria que se agrava cada día. Con el Aedes aegypti campando a sus anchas y un sistema en ruinas, el silencio oficial es más que negligencia: es complicidad con la enfermedad.