La termoeléctrica Lidio Ramón Pérez, más conocida como Felton, en el municipio de Mayarí, Holguín, vuelve a dar de qué hablar por las mismas razones de siempre: averías, parches y promesas que nunca se cumplen. Esta planta, una de las más importantes del país, lleva meses funcionando a medias, con un sistema que parece más una ruina industrial que una central moderna.
En las últimas horas, la Unión Eléctrica (UNE) informó en redes sociales sobre una avería en la caldera de la unidad 1, lo que obligó a detener operaciones el sábado cerca de la medianoche. Según la versión oficial, el equipo técnico trabaja a toda prisa en la reparación de siete mochetas y dieciséis soldaduras en la pared lateral de la caldera. O sea, otro “remiendo” más para mantener viva una planta que ya no da más.
El director técnico de la central, Víctor Hugo González Quiala, aseguró que además de esas reparaciones, el personal realiza “otras 33 tareas paralelas” para garantizar un restablecimiento seguro. Pero en la calle, la gente ya no se traga esos cuentos. Cada reparación prometida como definitiva termina siendo solo un respiro antes del próximo apagón.
Desde principios de 2025, Felton no ha tenido un solo mes tranquilo. La planta ha sufrido de todo: falsas alarmas en los sensores, salideros en las calderas, transformadores quemados y fugas de hidrógeno. Cada vez que la UNE dice que “ya está sincronizada al sistema”, los cubanos saben que es cuestión de días antes de que vuelva a caer.
En febrero se desconectó por una falsa alarma, en abril por un salidero, en julio por fallos en los calentadores, y en septiembre por un transformador reventado que dejó la unidad 1 fuera de combate durante semanas. Ahora, en octubre, la historia se repite como un mal chiste, con la misma planta otra vez detenida y los técnicos “montando estructuras” como si estuvieran armando un mecano.
Felton, inaugurada en 1979 y con más de 500 megavatios de capacidad instalada, debería ser una joya del sistema eléctrico cubano, pero se ha convertido en su peor dolor de cabeza. Cuatro décadas de abandono, sin repuestos ni mantenimiento real, la han dejado en estado terminal, igual que el resto del sistema energético del país.
Cada vez que Felton se apaga, los apagones se multiplican por toda Cuba. Y mientras los hogares se llenan de calor, mosquitos y desesperación, la UNE intenta compensar el déficit con otras plantas igual de viejas, como Mariel o Renté, que también trabajan al borde del colapso.
El periodista oficialista Emilio Rodríguez Pupo intentó ponerle un toque optimista a la desgracia, escribiendo en sus redes que “Felton se mueve”. Pero el pueblo sabe que esa “movida” no es más que el vaivén de un país atrapado en la oscuridad.
Cada apagón en Cuba se siente como una sentencia. Y Felton, con sus chispazos intermitentes, es el reflejo más claro de la crisis energética y del fracaso del régimen para mantener funcionando lo más básico. Sin una fecha clara para su reconexión total, la termoeléctrica sigue siendo el termómetro del desastre eléctrico cubano, una planta al límite que simboliza el agotamiento de un modelo que ya no alumbra ni esperanza.