Un video que corre como pólvora por las redes muestra el instante en que José Daniel Ferrer García, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), es obligado a abordar un vuelo de American Airlines rumbo al exilio. Las imágenes, grabadas en el aeropuerto Antonio Maceo de Santiago de Cuba, revelan el cerco policial y la vigilancia extrema que rodearon su salida del país.
En el material se ve a Ferrer rodeado por funcionarios del régimen, presuntos agentes de la Seguridad del Estado y empleados del aeropuerto. Todo bajo un clima tenso y calculado, como si el gobierno quisiera demostrar control hasta el último segundo.
El video fue difundido en plataformas como Facebook y X, y muchos usuarios coinciden en que la propia Seguridad del Estado habría filtrado el material, intentando vender la imagen de que Ferrer salió “tranquilo”, sin esposas ni violencia. Pero el gesto propagandístico no logra esconder la verdad: el régimen lo desterró tras más de cuatro años de prisión, golpizas y torturas.
Su salida no fue una decisión libre, sino un exilio forzado, una maniobra clásica del castrismo para deshacerse de quienes no se doblan ante el poder.
En Santiago de Cuba, el periodista Yosmany Mayeta Labrada reportó en sus redes que desde temprano se desplegó un operativo policial descomunal. “Están pidiendo carnet y pasaporte a todo el que intente acercarse. Solo dejan pasar a los vecinos que puedan demostrar que viven ahí”, escribió, describiendo el ambiente de cerco y miedo que se vivió en torno al aeropuerto.
Otro video publicado por el mismo comunicador muestra un microbús de la Seguridad del Estado, identificado con la matrícula P 245 145, trasladando a la familia del opositor desde su casa en Altamira hasta la terminal aérea. Vecinos confirmaron que viajaban su esposa e hijos menores, acompañados por personal del consulado estadounidense.
Ya en Miami, Ferrer rompió el silencio. En una conferencia relató que no vio a su familia hasta el momento de subir al avión, y que llegó a temer que lo embarcaran solo. Su esposa, por su parte, describió como “eternas” las horas de espera en el aeropuerto, entre retrasos, nervios y la angustia de no saber si los dejarían salir todos juntos.
Ferrer, con su habitual tono sarcástico, contó que los mismos oficiales que lo torturaron durante años se mostraron “sorprendentemente amables” aquel día. “Les dije en broma que los iba a nombrar ministros del Interior, porque parecían otros”, dijo entre risas, dejando claro que la cordialidad de última hora no borra una década de brutalidad.
Aunque el gobierno insiste en que Ferrer “aceptó voluntariamente” abandonar el país, fuentes cercanas aseguran que no se le permitirá regresar jamás. Con su expulsión, el régimen intenta cerrar uno de los capítulos más incómodos de su represión política reciente.
Pero lo que en La Habana llaman “salida voluntaria” no es más que otro destierro disfrazado. Ferrer, símbolo de resistencia y voz incómoda para el poder, inicia ahora una nueva etapa de lucha desde el exilio, mientras el castrismo sigue demostrando que su manera de lidiar con la disidencia es tan vieja como su propia dictadura: silenciar, encarcelar o expulsar.