El Ministerio de Salud Pública de Cuba (MINSAP) reconoció este miércoles, con retraso y de manera oficial, la muerte de tres personas por dengue en lo que va de 2025, tras semanas de silencio y desmentidos frente a reportes ciudadanos que alertaban sobre casos graves, especialmente en Matanzas.
La viceministra Carilda Peña García fue quien confirmó la cifra durante una intervención ante medios oficialistas, ofreciendo además un panorama de las arbovirosis que circulan en el país, aunque sin detallar las edades, provincias o condiciones de los fallecidos. Esa falta de información deja un hueco preocupante sobre cómo se maneja realmente la crisis sanitaria.
Hasta ahora, el reconocimiento de muertes marca un cambio frente a la narrativa de semanas anteriores, cuando autoridades como el epidemiólogo Francisco Durán negaban cualquier defunción y calificaban de falsos los reportes ciudadanos sobre supuestos múltiples fallecimientos. Incluso el ministro José Ángel Portal aseguraba que “nadie puede esconder una epidemia ni los muertos”, en una contradicción flagrante con la cifra anunciada hoy.
Peña García confirmó que en Cuba circulan tres enfermedades transmitidas por mosquitos: dengue, chikungunya y fiebre de Oropouche. El dengue afecta a 12 provincias, mientras que el chikungunya se ha detectado en ocho, con origen en Matanzas desde julio, y la fiebre de Oropouche parece estar en fase descendente. Los síntomas van desde fiebre y cefalea hasta dolor articular intenso, con el chikungunya pudiendo prolongarse hasta 90 días. “La mayor evidencia de casos graves o críticos están asociados al dengue”, puntualizó la viceministra.
En cuanto a la atención médica, la estrategia oficial sigue priorizando el ingreso domiciliario para pacientes sin comorbilidades, dejando la hospitalización para quienes tienen otras afecciones. Una medida que, aunque descongestiona hospitales, ha generado denuncias de ciudadanos que quedan desatendidos en sus casas, sin seguimiento ni recursos suficientes. Peña también admitió limitaciones en fumigación y control de mosquitos, indicando que los recursos solo se aplican en zonas con evidencia de transmisión, dejando al resto en riesgo.
La situación refleja la crisis de transparencia y de recursos del sistema de salud cubano, donde las recomendaciones oficiales chocan con la realidad cotidiana: largas filas, falta de reactivos y hospitales saturados que impiden un seguimiento adecuado. El anuncio de los tres muertos deja claro que, más que informar, la narrativa oficial busca controlar la percepción pública, mientras el pueblo enfrenta la realidad de enfermedades que siguen cobrando vidas.
En medio de todo, la viceministra hizo un llamado a no subestimar los síntomas: “Es imprescindible ir al médico ante la aparición de síntomas febriles inespecíficos”, una indicación que para muchos cubanos sigue siendo casi imposible de cumplir debido al colapso del sistema sanitario.
El dengue, las arbovirosis y la saturación hospitalaria dejan en evidencia que la gestión de la salud en Cuba sigue atrapada en la propaganda, mientras la población paga las consecuencias de años de negligencia y falta de recursos.
