El recluso Luis Enrique, conocido como “Kiki”, fue finalmente capturado tras protagonizar una fuga de película desde el penal del PRE de Villa Clara, una huida que, según fuentes cercanas, solo fue posible gracias a sobornos millonarios pagados a varios guardias.
La noticia fue confirmada por el medio NiO Reportando un Crimen, que detalló que la detención ocurrió en el municipio de Los Arabos, Matanzas, después de un amplio operativo que abarcó distintas zonas del centro del país. Las autoridades del régimen han manejado el caso con su habitual hermetismo, pero todo apunta a que el prisionero será trasladado nuevamente al penal del PRE o, en su defecto, a dependencias del Ministerio del Interior, donde se espera que lo expriman a interrogatorios.
Dentro de la prisión, el ambiente está que corta. Algunos oficiales están con los nervios de punta, temiendo que “Kiki” cante más de la cuenta y saque a la luz la red de corrupción interna que lo ayudó a escapar. Otros, en cambio, cruzan los dedos esperando que su testimonio los salve de caer en desgracia ante sus superiores.
Este episodio no es más que otro reflejo del caos y la descomposición moral que imperan en las cárceles cubanas, donde los privilegios se compran, las fugas se negocian y la justicia solo existe para el que no puede pagar. El silencio oficial, como era de esperarse, intenta tapar un escándalo que apunta directamente a altos cargos del sistema penitenciario.
Luis Enrique no es ningún desconocido para la policía. Es el mismo joven implicado en el asalto a un joyero en el poblado de Santo Domingo, Villa Clara, ocurrido el 21 de noviembre de 2023. En aquel entonces, escapó junto a otros dos cómplices de la zona de Esperanza, usando un Kia Picanto blanco del 2015 para darse a la fuga. Tras su captura, fue condenado a 30 años de prisión por robo con violencia.
Sin embargo, según fuentes de La Tijera News, esta última fuga no fue precisamente una obra de astucia, sino de billetes bien repartidos. Dentro del penal circula el rumor de que se pagaron 10 millones de pesos cubanos para facilitar la huida: 2 millones al guardia que tenía las llaves, 5 millones al custodio interno, y 3 millones al chofer que esperaba fuera del recinto con el carro listo para la escapada.
Aunque el régimen intenta vender la captura como un “éxito operativo”, la verdad es que este caso deja al descubierto la corrupción descarada y la falta de control que carcome el sistema penitenciario del país. Las prisiones en Cuba ya no son centros de reeducación, sino mercados donde todo tiene precio, desde un pase de visita hasta una fuga millonaria.