En la “democracia” que tanto presume el castrismo, ver a un diputado reconociendo errores del sistema es casi un milagro. Pero eso fue justamente lo que pasó cuando Carlos Miguel Pérez Reyes, parlamentario y empresario fundador de la empresa tecnológica Dofleini, admitió públicamente que el Estado ha fallado en la atención a menores en situación de vulnerabilidad.
El tema salió a flote tras la denuncia viral de varios niños durmiendo en los jardines del hotel Muthu, en el municipio Playa, La Habana. Las imágenes, difundidas por ciudadanos y periodistas independientes, muestran a al menos seis menores abandonados a su suerte, sin amparo institucional ni protección social. Una escena dolorosa que rompe de golpe la fachada de “país humanista” que el régimen vende al mundo.
En una publicación de Facebook, Pérez intentó maquillar la situación asegurando que “en Cuba, con muy pocos recursos, se hace mucho por los niños”, mencionando programas oficiales como el PAMI, la educación gratuita y los hogares sin amparo filial. Sin embargo, terminó admitiendo que el caso de Playa deja al descubierto las grietas del sistema y la falta de coordinación entre las instituciones que deberían atender estas realidades.
Según explicó el diputado, tras revisar el caso, ninguno de los menores pertenece al municipio de Playa, sino que vienen de otros territorios. Pero eso, lejos de justificar algo, demuestra lo desarticulado y negligente del aparato estatal, que solo “sigue los casos” mientras los niños se esfuman de su radar.
Pérez señaló además que el Consejo de Atención a Menores del Ministerio del Interior es quien debería atender estos casos, y reconoció que ya existen expedientes y denuncias similares en otras zonas del país. Pero su reflexión más sincera —y más peligrosa para la narrativa oficial— llegó cuando dijo que “denunciar y recoger a los menores no resuelve la raíz del problema”, reclamando una mayor coordinación entre Menores, Trabajo Social, Salud Pública y los gobiernos locales.
El parlamentario también lamentó la insensibilidad de algunos dirigentes y de buena parte de la población, que —según él— ya ve como algo “normal” encontrar niños durmiendo en la calle y solo se limita a tomarles fotos. Una crítica que parece dirigida más al pueblo que al sistema, pero que igual dejó al descubierto la deshumanización que ha sembrado la miseria impuesta por el régimen.
Lo que el diputado no se atrevió a decir es lo que todo cubano sabe: que la presencia de niños pidiendo, durmiendo en parques o escarbando en la basura es cada vez más común. Y no es culpa de “falta de coordinación”, sino de un Estado que destruyó la economía, arrasó con los valores sociales y condenó a generaciones enteras a la pobreza.
En La Habana, cada vez son más los puntos donde se ven menores buscando comida o pidiendo dinero, mientras el gobierno sigue gastando en propaganda y discursos vacíos. Las imágenes de los pequeños tirados en el suelo reavivaron el debate sobre la pobreza extrema en Cuba, un tema que el castrismo se niega a reconocer, aunque la realidad lo grite en cada esquina.
La publicación de Pérez Reyes fue una rareza en el ecosistema político cubano, donde reconocer fallos equivale casi a una herejía. Pero aunque sus palabras suenen valientes para algunos, lo cierto es que el problema va mucho más allá de la “falta de coordinación”. Lo que hay es un país que se cae a pedazos, donde hasta los niños —los supuestos “privilegiados de la Revolución”— duermen al aire libre, mientras los burócratas siguen culpando a otros por su propio fracaso.
