El general Raúl Castro, a sus 94 años, volvió a escena este miércoles para dejar claro que sigue mandando. Presidió una sesión del Consejo de Defensa Nacional (CDN) en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), rodeado de su nieto Raúl Guillermo Rodríguez Castro, alias El Cangrejo, y con Miguel Díaz-Canel sentado a su derecha como si fuera un simple espectador.
En la nota oficial publicada por la Presidencia de Cuba en la red social X, se explicó que la reunión tenía como objetivo “aprobar las decisiones y planes de sus órganos de trabajo y aseguramiento”. Pero el detalle que realmente encendió las alarmas fue la forma en que presentaron a Raúl: “jefe al frente de la Revolución”. Una frase que despeja cualquier duda sobre quién sigue moviendo los hilos en la isla.
Esa descripción, cuidadosamente escogida, fue un recordatorio para todos —dentro y fuera de Cuba— de que Raúl Castro jamás soltó el poder. Pese a su aparente retiro en 2021, el general continúa siendo la máxima autoridad política y militar del país, mientras Díaz-Canel apenas cumple el rol de figura decorativa en el tablero del castrismo.
La publicación lo deja más claro que nunca: “La actividad estuvo presidida por el general de Ejército Raúl Castro Ruz, jefe al frente de la Revolución, y el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel”. En esa frase, el orden de los nombres lo dice todo.
El hermano menor de Fidel Castro lleva más de seis décadas en el centro del poder. Fue ministro de las FAR, vicepresidente, presidente del Consejo de Estado y jefe del Partido Comunista. Aunque su salida del poder fue presentada como una “transición ordenada”, el control real del país —sobre todo a través de GAESA, el emporio militar que maneja gran parte de la economía nacional— nunca salió de sus manos ni de las de su círculo más cercano.
Su reaparición pública, con ese nuevo título de “jefe al frente de la Revolución”, lanza dos mensajes claros. Primero, desmiente los rumores sobre su delicado estado de salud o su posible muerte. Segundo, reafirma que Díaz-Canel no tiene autonomía alguna y que Raúl sigue siendo el comandante en jefe en la sombra.
El gesto, además, llega en un momento en que Cuba se tambalea entre apagones interminables, inflación galopante y un éxodo sin freno. Mientras el pueblo pasa hambre y desesperanza, el régimen saca a relucir al viejo general para calmar tensiones dentro del aparato militar y recordar que el control sigue siendo suyo.
El uso de esa frase —tan cargada de simbolismo— no fue casual. No dijeron “líder histórico” ni “general de Ejército”, sino “jefe al frente de la Revolución”, una manera de marcar territorio político y dejar claro que el poder sigue militarizado.
En medio de esta crisis total, la imagen de Raúl Castro sentado en el MINFAR no es solo una postal del pasado. Es la evidencia viva de que en Cuba nada ha cambiado realmente: los uniformes verdes siguen mandando, y el “retirado” que nunca se fue continúa decidiendo el destino de millones desde su trinchera.