A sus 94 años, Raúl Castro volvió a salir del silencio y reapareció este miércoles en el mismísimo corazón del poder cubano. Según publicó el diario oficial Granma, el general presidió una sesión del Consejo de Defensa Nacional (CDN) celebrada en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), el territorio donde siempre ha mandado con puño de hierro.
La nota, como siempre escueta y cargada de lenguaje burocrático, asegura que la reunión se realizó “para aprobar las decisiones y planes de sus órganos de trabajo y de aseguramiento”, y que “la actividad estuvo presidida por el general de Ejército Raúl Castro Ruz, jefe al frente de la Revolución, y el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez”. Pero más allá de esa frase anodina, el mensaje político fue clarísimo: Raúl sigue mandando, y Díaz-Canel sigue obedeciendo.
Porque, según la propia Constitución cubana, en su artículo 219, el Consejo de Defensa Nacional debe estar presidido por el presidente de la República, no por un exmandatario retirado. Así que, al poner a Raúl al frente del encuentro, el régimen violó su propia carta magna, dejando al descubierto una verdad que todos conocen pero pocos se atreven a decir en voz alta: en Cuba, el poder no ha cambiado de manos.
La reunión tuvo lugar en el MINFAR, un espacio cargado de simbolismo, el verdadero feudo de Raúl Castro y su círculo militar. Allí estuvo acompañado por su nieto Raúl Guillermo Rodríguez Castro, conocido como El Cangrejo, y por varios altos jefes de las FAR y del Ministerio del Interior. Es decir, la vieja guardia reunida, los mismos que llevan décadas controlando la isla como si fuera su finca privada.
Aunque el régimen vendió en 2021 la idea de que Raúl se retiraba “definitivamente de la política”, la realidad es que jamás soltó las riendas. Sigue moviendo los hilos desde las sombras, especialmente en los sectores clave: defensa, inteligencia y el emporio económico GAESA, ese monstruo financiero que maneja el dinero del país como si fuera una caja familiar.
Lo más revelador de la nota de Granma fue cómo se refirió al anciano general: no como “líder histórico” ni “expresidente”, sino como “jefe al frente de la Revolución”, un título que deja bien claro quién continúa en la cima del poder real. Díaz-Canel, mientras tanto, apenas aparece como un figurante, un rostro decorativo en medio del caos nacional.
En momentos en que Cuba se hunde entre apagones, hambre y descontento, la presencia de Raúl en el MINFAR manda un mensaje fuerte: nada ha cambiado, y nada cambiará mientras el clan militar siga respirando poder. El pueblo podrá estar exhausto, los jóvenes seguirán escapando, y la economía hecha trizas, pero el control del país continúa en las mismas manos de siempre: las de un general anciano que no suelta el mando ni aunque el barco se hunda.
