En Bayamo, provincia de Granma, el régimen cubano volvió a mostrar su obsesión con el pasado. Esta vez, una vieja gorra verde olivo de Fidel Castro se robó el protagonismo durante la inauguración de la XXXI Fiesta de la Cubanía. El Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) la presentó como un “objeto patrimonial”, en lo que no pocos calificaron como otro espectáculo de culto a la figura del fallecido dictador.
Las imágenes difundidas por el propio ministerio en X muestran a dos jóvenes camilitos cargando la prenda dentro de una urna de cristal, flanqueados por militares uniformados y marchando solemnemente por el parque Carlos Manuel de Céspedes hasta la Plaza de la Revolución. Una escena que, más que patriótica, parece sacada de un ritual político al estilo norcoreano.
Según el diario oficial Granma, esa misma gorra acompañó a Castro en sus giras por América Latina durante los años 60. El régimen decidió ahora convertirla en el “símbolo” principal de los homenajes rumbo al centenario de su nacimiento. Tras el acto, la pieza será depositada en la casa natal de Carlos Manuel de Céspedes, junto a otros objetos vinculados al exgobernante y a figuras del proceso revolucionario.
Pero mientras el poder organizaba su show de veneración, las redes sociales estallaban en críticas y burlas. El activista Félix Llerena escribió con ironía que “el culto a la personalidad se quedó corto con ustedes”. Otros usuarios señalaron que, en tiempos del propio proceso revolucionario, ese tipo de idolatría era condenado, aunque hoy parezca una religión obligatoria. No faltaron los que calificaron el acto como “una enfermedad política” y “una parodia de religión civil”.
Paradójicamente, en 2016 la Asamblea Nacional aprobó una ley que prohíbe el uso del nombre o la imagen de Fidel Castro con fines de culto o propaganda. El texto, impulsado tras su muerte, pretendía cumplir su supuesta voluntad de evitar monumentos o homenajes personales. Sin embargo, como casi todo en Cuba, la norma se respeta solo sobre el papel.
El propio régimen se ha encargado de violarla una y otra vez. En 2019, la entonces líder de la UJC, Susely Morfa, entregó una réplica de la cuna de Fidel y Raúl Castro como “símbolo de continuidad”. En 2024, el Instituto Superior de Diseño (ISDI) provocó otra ola de burlas con una postal sobre las “dotes culinarias” del dictador, que terminó siendo un ejemplo más del servilismo y la guataquería institucionalizada que caracteriza a la propaganda oficial.
Ahora, la gorra de Castro se suma a una larga lista de “reliquias revolucionarias” que el régimen desempolva para mantener vivo el mito de un hombre que dejó a Cuba empobrecida y rota. Todo forma parte de la maquinaria ideológica que el Partido Comunista afila rumbo al 2026, cuando se cumplirá el centenario del dictador.
En las universidades, ya se han lanzado campañas como “Aquí me hago fidelista”, y en Santiago de Cuba, la Universidad de Oriente estrenó el curso 2025-2026 con un programa para “vincular el pensamiento de Fidel” con los retos actuales, es decir, seguir adoctrinando a los jóvenes bajo el mismo discurso gastado.
Mientras tanto, el régimen refuerza su propaganda con proyectos como “Fidel entre nosotros”, un programa diseñado para insertarse en escuelas, medios, centros de trabajo y hasta en la vida cotidiana de los cubanos, con homenajes, concursos y seminarios dedicados a exaltar la figura del dictador.
