El régimen cubano corrió a mandar siete pipas de agua a Regla, en La Habana, solo unas horas después de que un grupo de mujeres decidiera plantarse en plena calle, con cubos y pomos en mano, exigiendo algo tan básico como agua para vivir.
Según imágenes enviadas a CiberCuba, los camiones comenzaron a aparecer justo después de la protesta, como si de pronto el Estado “descubriera” que el municipio llevaba meses sin abasto. La respuesta, como siempre, llegó solo cuando el pueblo se atrevió a levantar la voz.
El viernes, las vecinas de Regla salieron hartas. Bloquearon una calle con sus propios recipientes domésticos y se plantaron bajo el sol para exigir el restablecimiento del servicio. En un video compartido con la redacción, se escucha claramente a una mujer gritar: “Aquí en Regla estamos en la calle cerrando con cubos y pomos porque no tenemos agua.”
Durante la protesta, varios policías intentaron intimidar a una vecina, reprochándole que “debió quedarse en la sede del gobierno local” hasta recibir respuesta. Pero los habitantes no se amedrentaron. Decidieron organizarse y cerrar el paso a los vehículos, dejando claro que están cansados de las promesas vacías y del abandono estatal.
Los vecinos exigen que las autoridades presenten un cronograma real y transparente para normalizar el servicio, o al menos implementen medidas paliativas mientras dure la escasez. Pero lo cierto es que en Cuba, los reclamos solo se escuchan cuando hay cámaras grabando o las redes sociales comienzan a hervir.
Esta no es la primera vez que la indignación se derrama por las calles. En las últimas semanas las protestas se han multiplicado por todo el país ante la falta de agua, comida, electricidad y hasta esperanza. En Marianao, decenas de personas también salieron a tocar cacerolas y bloquear la avenida 51, cansadas de los apagones, el hambre y la represión.
Los gritos de “¡Luz, comida y libertad!” resonaron con fuerza mientras la gente interrumpía el tráfico. Según testigos, la Policía Nacional Revolucionaria respondió como siempre: con patrullas, amenazas y arrestos.
El patrón se repite. El pueblo protesta, el régimen reacciona con parches y represión, y después vuelve el silencio. Pero algo está cambiando en las calles cubanas: cada vez más voces pierden el miedo, y cada vez menos creen en las promesas vacías de un gobierno que ni agua puede garantizar.