En Cuba, donde conseguir un simple analgésico puede ser una odisea, la historia de José Manuel Cabrera Sosa ha encendido las alarmas. Este vecino de Santa Clara fue condenado a seis años de prisión por vender medicamentos e insumos médicos en el popular mercado “La Candonga”. Lo que para muchos fue una forma de ganarse la vida en medio de la escasez, para la justicia cubana fue un delito grave.
El Tribunal Provincial Popular de Villa Clara lo sentenció por “actividades económicas ilícitas” y por un delito relacionado con “drogas o sustancias de efectos similares”. Todo ocurrió en un juicio oral y público, según la emisora CMHW, donde se dijo que Cabrera vendía “una gran cantidad de medicamentos de alta demanda y deficitarios”. En buen cubano: vendía lo que no se encuentra en ninguna farmacia del país.
Entre los productos que comercializaba había tramadol y difenhidramina, fármacos controlados por el MINSAP por sus efectos similares a drogas. También ofrecía jeringuillas, catéteres y hasta esparadrapo, cosas tan básicas que en Cuba hoy se consideran casi artículos de lujo. Todo lo vendía cerca del Hospital “Arnaldo Milián Castro”, donde fue arrestado por la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) durante un operativo.
Aunque le aplicaron dos sanciones distintas —una por drogas y otra por actividad económica ilícita—, el tribunal decidió unirlas en una sola condena de seis años de cárcel. Además, le decomisaron todos los productos y le prohibieron salir del país. En el fallo, las autoridades aseguraron que se respetaron “todas las garantías procesales”, pero el caso ha generado opiniones divididas entre los cubanos.
Y no es un hecho aislado. En febrero pasado, otro trabajador del mismo hospital fue sorprendido vendiendo ampolletas de aminofilina y jeringuillas a precios inflados. En julio, una enfermera de Manzanillo fue capturada con un cargamento de fármacos robados durante su turno. Casos como estos se repiten una y otra vez, siempre con un denominador común: la escasez extrema de medicinas.
El propio gobierno ha reconocido que apenas el 30 % del cuadro básico de medicamentos está disponible en el país. Culpó al embargo y a la falta de materias primas, pero la población apunta a otros males: corrupción, mala gestión y una burocracia que asfixia la producción y distribución.
En ese contexto, el mercado negro se ha convertido en la única alternativa para miles de cubanos desesperados. Muchos recurren a él no por codicia, sino por necesidad. Los precios son absurdos, sí, pero ¿qué otra opción queda cuando tu hijo necesita un antibiótico que no hay ni en el hospital?
La historia de Cabrera Sosa no solo es la de un hombre preso por vender medicinas: es el reflejo de un país donde la salud pública, que alguna vez fue orgullo nacional, hoy se tambalea entre la escasez, la desesperación y la sobrevivencia.