La historia del doctor Manuel Guerra parece sacada de una película triste… pero es 100% real y cubana.
Este médico, formado dentro del sistema de salud que el régimen vende al mundo como “orgullo nacional”, terminó siendo víctima de ese mismo sistema: usado, perseguido y despojado hasta quedarse durmiendo en la calle.
En una publicación en Facebook que rápidamente se volvió viral, Manuel contó el infierno que vivió: años de humillaciones, amenazas y acoso político por atreverse a pensar distinto y, peor aún, por intentar emigrar.
“Como si yo fuera su propiedad”
Todo comenzó en 2018, cuando el joven doctor cursaba su residencia en Ginecobstetricia y pidió permiso para viajar temporalmente al extranjero.
La respuesta no fue un “no” amable, sino una orden autoritaria de Julio Yamel Verdecia, entonces director del Hospital Lenin de Holguín (y hoy, director provincial de Salud Pública).
“Estaba regulado migratoriamente, no podía ni siquiera obtener el pasaporte sin su autorización”, relató Manuel. “Como si yo fuera su propiedad, simplemente me lo negó.”
A partir de ese momento, su vida profesional se convirtió en un castigo. Por escribir en Facebook una frase tan inocente como “si no me dan vacaciones, me las cojo”, fue expulsado de su especialidad y marcado como “conflictivo”.
Además, fue regulado migratoriamente durante tres años, hasta que en 2021 la Seguridad del Estado lo presionó para que se fuera del país.
“Me contactaron prácticamente suplicándome para que pidiera la baja y saliera del país”, recordó.
De médico a “enemigo del sistema”
En ese tiempo, Manuel participaba en el movimiento cívico Archipiélago, creyendo que desde adentro podía aportar al cambio en Cuba.
Pero lo que recibió fue persecución: detenciones, amenazas y obligación de firmar cada semana en una estación de policía, como si fuera un criminal.
Su ruptura definitiva con el régimen llegó en 2019, cuando intentó salir ilegalmente por El Salado, entre Artemisa y La Habana.
Lo que debía ser una escapatoria terminó siendo una trampa: cayó en manos de una operación encubierta de la Capitanía del Puerto de Mariel, donde —según denuncia— los propios oficiales trabajaban junto a los traficantes.
Golpeado, humillado y abandonado
Manuel fue arrestado, insultado y golpeado por un mayor de la Policía Nacional Revolucionaria en la unidad de Caimito.
“Me llamaron traidor, gusano y otras ofensas que prefiero no repetir. Me negaron atención médica y pasé la noche en un calabozo sin agua ni alimentos”, contó.
Después de tres días encerrado, lo soltaron a medianoche, sin dinero, sin documentos y a kilómetros de su provincia.
“Dormí como un perro abandonado”, escribió.
Cuando intentó recuperar sus cosas, le dijeron que todo había “desaparecido”: su cartera, sus documentos y hasta 500 dólares.
“Vi con mis propios ojos a un teniente coronel sacar mi identificación de la billetera y decir: ‘Ah, así que hay un médico en el grupo’. Negaron todo, pero los testigos lo confirmaron.”
“El sistema castiga la dignidad y premia la sumisión”
Desde su exilio en Estados Unidos, Manuel ha podido hablar sin miedo.
Afirma que su caso no es una excepción, sino el reflejo de un sistema podrido que destruye a quienes piensan distinto.
“Comprendí sin lugar a dudas que vivía en una dictadura manejada por delincuentes”, escribió.
Y concluyó con una frase que resume toda su experiencia:
“Hoy entiendo que no me equivoqué al irme. De haberme quedado, sería otro preso político más. El sistema castiga la dignidad y premia la sumisión.”