En un gesto de resistencia artística, la Fábrica de Arte Cubano (FAC) respondió con elegancia y rebeldía a la censura estatal que impidió un homenaje a Celia Cruz, la voz más grande y universal que ha dado la Isla.
En lugar del espectáculo vetado, los organizadores colocaron una silla vacía iluminada, símbolo del silencio forzado por el régimen, y la acompañaron de una hora sin sonido, un vacío tan elocuente que retumbó más fuerte que cualquier discurso oficial. Luego, un DJ rompió el mutismo con la música inmortal de la Reina de la Salsa, recordando a todos que Celia vive, aunque el poder intente borrarla.
La FAC compartió en su cuenta de Facebook una imagen de esa silla bajo el texto: “Una obra de arte que no fue, una butaca, silencio y el arte de la resistencia… Celia vive”, un mensaje directo al corazón de la censura en pleno Día de la Cultura Cubana.
La investigadora Rosa Marquetti, biógrafa de Celia, explicó que justo a la hora en que debía presentarse la obra “Celia”, del grupo Teatro El Público, en lugar del espectáculo se hizo ese silencio absoluto. “Después vino la música de La Guarachera de Cuba, la cubana más universal”, contó Marquetti, destacando la fuerza simbólica del gesto.
El golpe de la censura
La historia detrás del homenaje frustrado es el reflejo más claro de cómo el castrismo le teme hasta a la memoria de quienes no pudo someter. Según trascendió, el Centro Nacional de Música Popular, bajo órdenes del Ministerio de Cultura, canceló a última hora la función programada junto a FAC, sin explicar motivos y, por supuesto, sin atreverse siquiera a mencionar el nombre de Celia Cruz.
El anuncio, publicado de forma fría en Facebook, decía apenas que “la presentación del grupo de teatro El Público, prevista para este domingo 19, no se realizará”. Una frase tan vacía como la silla que luego iluminó la noche en la FAC.
Los actores y artistas implicados quedaron en shock. Habían ensayado durante días, preparando un tributo que más que una obra, era una declaración de amor a la artista que puso a Cuba en el mapa cultural del mundo. Pero en la Cuba del control y el miedo, celebrar a Celia sigue siendo un pecado.
Rosa Marquetti denunció que varios de los participantes fueron citados por las autoridades, amenazados y advertidos de que sufrirían consecuencias si se atrevían a desobedecer. “Es otro capítulo más de la censura cultural en Cuba”, afirmó, acusando al régimen de mantener una maquinaria de control político sobre el arte, heredera directa del pensamiento estalinista que tanto daño ha hecho a la cultura nacional.
“Llevan 60 años temiéndole a esa voz”, escribió Marquetti. “Aterrados por su poder de convocatoria. La han agredido con misoginia, con racismo y con odio, porque representa lo que ellos nunca fueron: la esencia libre, mestiza y alegre de lo cubano”.
La investigadora lanzó una pregunta que aún resuena: “¿Qué méritos tienen Abel Prieto, Alpidio Alonso o Fernando Rojas para censurar a quien llevó el nombre de Cuba a los escenarios más grandes del planeta?”.
Indignación y vergüenza
Las redes sociales se llenaron de mensajes de indignación. Sergio Benvenuto Solás, director del Festival de Cine Pobre de Gibara, lamentó que ni siquiera se atrevieran a decir el nombre de Celia. “¿No pudieron colocar su nombre siquiera? Vergonzoso”, comentó.
El crítico Sergio Rafael Vidal fue más duro: “Stalin y Goebbels estarían orgullosos de estos alumnos tan disciplinados”, ironizó al comparar la censura cubana con los métodos de los regímenes totalitarios del siglo XX.
Los cubanos dentro y fuera de la Isla reaccionaron con rabia y tristeza. “Hasta cuándo la falta de respeto con la artista más grande que ha tenido Cuba”, escribió una usuaria, reflejando el sentir de muchos que ven en Celia un símbolo de identidad, libertad y dignidad nacional.
Celia, más viva que nunca
A más de dos décadas de su muerte, Celia sigue siendo una espina clavada para el régimen, que no soporta que la artista más querida por el pueblo haya sido una exiliada, una voz libre que nunca se rindió ante la dictadura.
Como escribió Marquetti, “Celia no necesita del permiso de ningún gobierno para ser lo que es; somos nosotros, el pueblo, quienes necesitamos de ella para reconstruir un país que parece hundirse sin remedio”.
Mientras en Cuba se impone el silencio, en Nueva York, cientos de personas se reunieron el 9 de agosto en el Summer Stage del Central Park para celebrar el centenario de Celia Cruz. Un concierto vibrante, lleno de ritmo y orgullo, que demostró que su voz sigue más viva que nunca, aunque su legado sea censurado en su tierra.