Elián González, aquel niño balsero que un día fue símbolo de la tragedia cubana y hoy funge como diputado obediente del régimen, volvió a salir en defensa de la dictadura que lo moldeó. En una entrevista concedida al medio español Diario Red, el ahora vocero oficialista culpó al gobierno de Estados Unidos de la profunda crisis que devora la Isla y aseguró, con toda la desfachatez del adoctrinamiento, que en Cuba “no se cometen grandes errores”.
Desde México, donde participó en el Noveno Encuentro Continental de Solidaridad con Cuba, Elián repitió al pie de la letra el discurso gastado de la propaganda castrista. Según él, la miseria y el colapso económico de Cuba son culpa exclusiva del “bloqueo” y de figuras como Donald Trump y Marco Rubio, a quienes calificó como enemigos naturales del país. “El bloqueo lleva más de 60 años, pero hoy, con Trump y Marco Rubio, se aplicaron todas las medidas que antes estaban escritas pero no ejecutadas”, dijo el diputado, sin mencionar ni una palabra sobre la corrupción, la ineficiencia o el control absoluto del Estado sobre la vida de los cubanos.
El representante por Cárdenas (Matanzas) insistió en que las sanciones de Washington “encerraron la economía cubana” y dificultan el acceso a recursos, asegurando que el régimen “no comete grandes errores”. Y, en un acto de negación digno de manual, añadió que el mayor obstáculo del país es “la inclusión injusta de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo”, alegando que la Isla “ha sido víctima, no promotora, de actos de terror”.
Con su acostumbrada fidelidad ideológica, Elián repitió los mismos argumentos que el régimen lleva décadas usando para justificar su fracaso. Ninguna referencia a la represión, al éxodo masivo, a la inflación galopante ni al hambre. Para él, todo se reduce a la vieja excusa del enemigo externo.
El ex “niño símbolo” también aprovechó el espacio para halagar a los aliados políticos del castrismo, como Claudia Sheinbaum y Gustavo Petro, agradeciendo que “no dejen sola a Cuba” en los foros internacionales. “La solidaridad no es solo material, también es moral; sentir el apoyo del otro nos hace sentir bien”, comentó, como si los gestos diplomáticos pudieran llenar los platos vacíos del pueblo.
Han pasado más de veinticinco años desde que su madre perdió la vida tratando de darle libertad, y el destino quiso que ese niño, salvado entonces de las aguas, terminara ahogado en la corriente ideológica del castrismo. Hoy, convertido en diputado dócil y portavoz de la propaganda, culpa al “imperio” de todos los males de Cuba mientras defiende con pasión el mismo sistema que lo utilizó como estandarte político.
En los últimos días, González ha lanzado declaraciones que rozan la burla hacia la diáspora. Según él, “muchos de los cubanos que han emigrado volverán encantados” cuando mejore la economía. Asegura que la actual estampida migratoria es “más económica que política” y confía en que “el cubano, por ser patriota y familiar, regresará al país”.
La ironía es inevitable: el niño que un día simbolizó la lucha por la libertad, hoy se ha convertido en un vocero de la opresión, defendiendo con entusiasmo a quienes mantienen al pueblo sumido en la miseria. Cuba sigue atrapada en el mismo mar, pero esta vez, Elián no parece querer salir de la balsa.