En Cuba, dar a luz ya no es solo un acto de vida, sino también una prueba de resistencia. Esta vez, las alarmas se encendieron en Ciego de Ávila, donde el periodista José Luis Tan Estrada denunció el estado deplorable de los baños en la sala de embarazadas del hospital provincial. Las imágenes que compartió en Facebook hablan por sí solas: tazas sin descargar, papeles sucios, basura acumulada y un olor insoportable.
“Así están los baños de la sala de embarazadas”, escribió el reportero, dejando en evidencia lo que el Gobierno prefiere no mostrar: un sistema de salud en ruinas, donde las futuras madres deben enfrentar condiciones indignas incluso en los momentos más delicados de su vida.
Las fotos rápidamente se viralizaron y, como era de esperar, las redes sociales estallaron. Los comentarios mezclan rabia, tristeza y resignación. “Esto es en toda Cuba”, escribió una usuaria, resumiendo en cinco palabras la realidad de cientos de hospitales en el país.
Otra internauta, Guelmi Abdul, recordó con nostalgia los tiempos en que el hospital era símbolo de limpieza y buena atención. “Tuve mi hija ahí hace 23 años. Era súper limpio, con una atención estupenda… jamás vi un baño sucio ni una sala cochina”, contó. Pero esos días parecen pertenecer a otra época, una que quedó sepultada bajo el polvo, la falta de mantenimiento y la desidia estatal.
Por supuesto, no faltaron quienes apuntaron al falta de civismo como parte del problema. “A veces hay agua, pero los mismos acompañantes son culpables de que los baños estén así”, comentó otra usuaria. Sin embargo, el deterioro estructural y la falta de recursos básicos siguen siendo los grandes culpables.
“Comunismo pobreza destruye, roba y mata. Despierten pueblos”, escribió un usuario indignado. Y otro agregó lo que muchos piensan: “La cara oculta de la salud pública cubana: se vende como potencia médica, y ya ni médicos tiene para su pueblo”.
Lo más triste es que este caso no es aislado. En La Habana, hace pocos días, las intensas lluvias provocaron una inundación de aguas albañales en el policlínico Coco y Rabí, donde los pacientes tuvieron que soportar el olor y el agua sucia dentro del propio centro médico.
Y como si fuera poco, en Camagüey se denunció que el aire central de la terapia intermedia pediátrica está lleno de polvo, provocando enfermedades respiratorias a los niños ingresados. Todo esto ocurre justo cuando el país enfrenta un repunte de arbovirosis, hepatitis y enfermedades gastrointestinales.
Mientras tanto, el Ministerio de Salud Pública guarda silencio, y los hospitales, antaño orgullo nacional, se desmoronan. Lo que antes fue “potencia médica” hoy es solo un eslogan vacío, sostenido por la propaganda. Porque, en la Cuba de hoy, ni los baños donde nacen los hijos del pueblo son dignos de llamarse hospitales.