El sistema de salud cubano sigue desmoronándose ante los ojos del pueblo. A los brotes de dengue, oropouche y chikungunya que han puesto al país en jaque, ahora se suma una nueva alerta: el aumento de casos de hepatitis en la provincia de Las Tunas, incluso dentro de las escuelas.
La propia televisión provincial confirmó lo que el régimen trató de ocultar por semanas: la enfermedad se está propagando en entornos comunitarios y escolares, un reflejo más del colapso higiénico y sanitario que vive la isla.
El doctor Aldo Cortés González, subdirector provincial de Epidemiología, admitió ante las cámaras que la hepatitis “es habitual”, pero reconoció que se dispara “cuando se violan las normas higiénicas o el entorno está contaminado”. En otras palabras: la suciedad, la basura y los salideros de aguas negras que inundan las ciudades son el caldo de cultivo perfecto para que el virus campee a sus anchas.
El funcionario, en tono burocrático, pidió a la población “mantener la confianza” en las autoridades sanitarias y reforzar la higiene personal. Pero sus palabras sonaron vacías en un país donde no hay jabón, los hospitales están en ruinas y los medicamentos escasean hasta para los niños.
“Hay que lavarse las manos, no ir al trabajo enfermo y mantener la vigilancia”, dijo Cortés, sin mencionar que buena parte del pueblo ni siquiera cuenta con agua corriente o condiciones básicas para cumplir esas recomendaciones. Mientras tanto, el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) se limita a repetir el mismo guion de siempre: “todo está bajo control”.
La realidad, sin embargo, dice otra cosa. Cuba se encuentra al borde de un colapso sanitario generalizado, con basureros desbordados, aguas contaminadas y una infraestructura médica destrozada por años de abandono y corrupción.
Y por si fuera poco, la llegada de la tormenta tropical Melissa amenaza con agravar la situación, provocando inundaciones y cortes eléctricos que empeorarán las condiciones higiénicas en buena parte del país.
Aunque el régimen no ha publicado cifras oficiales sobre los contagios, el propio reporte televisivo dejó claro que la hepatitis ya se encuentra presente en zonas escolares y comunitarias. Esto desmiente las declaraciones del gobierno provincial, que hace apenas días intentó calmar los rumores en redes sociales asegurando que “no existían brotes confirmados”.
El mismo doctor Cortés, en declaraciones al periódico oficial 26, tuvo que reconocer que “se detectaron casos con síntomas compatibles con hepatitis” en áreas de los policlínicos Manuel (Piti) Fajardo y Aquiles Espinosa, en la ciudad cabecera. Es decir, los brotes ya estaban ahí, solo que intentaban esconderlos.
No es la primera vez que ocurre. En agosto, un brote similar afectó a la Brigada de la Frontera en Guantánamo, donde varios jóvenes soldados —la mayoría reclutas adolescentes— enfermaron de hepatitis. Las autoridades militares, fieles a su estilo, trataron de silenciar el caso y evitar que trascendiera la magnitud del contagio.
La situación es tan grave que la Embajada de Estados Unidos en La Habana emitió recientemente una alerta sanitaria para sus ciudadanos, advirtiendo del aumento de hepatitis A en la capital cubana y señalando que el riesgo de infección es alto debido a las pésimas condiciones del agua y el saneamiento.
En medio del desastre, el gobierno sigue echándole la culpa al “bloqueo”, mientras los hospitales se caen a pedazos, los niños enferman y el pueblo sufre sin medicamentos ni respuestas. La “potencia médica” de la propaganda quedó atrás hace mucho: hoy, Cuba es un foco de epidemias, y los que deberían proteger la salud del pueblo solo se limitan a repetir consignas y ocultar la verdad.










