El nuevo escándalo policial que sacude a Camagüey tiene como víctima a un adolescente de apenas 14 años, herido de bala por un agente de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) durante un supuesto intento de detención. El hecho ocurrió en la noche del martes, y aunque el régimen intenta presentarlo como un “accidente”, los testimonios y la reacción ciudadana apuntan a otro episodio de violencia institucional encubierta.
Según el Ministerio del Interior (MININT), el disparo se habría producido cuando “de manera accidental” al oficial “se le escapó” un tiro de su arma reglamentaria, hiriendo al menor y también a sí mismo. El muchacho fue trasladado de urgencia al Hospital Infantil Eduardo Agramonte Piña, donde fue operado de inmediato. De acuerdo con la versión oficial, se encuentra consciente y su vida no corre peligro.
El régimen, fiel a su estilo, no perdió tiempo en criminalizar a la víctima, asegurando que el joven portaba un arma blanca y que se resistió a ser detenido. Incluso lo describieron como alguien con “pésima conducta social” y “controlado por el Consejo de Atención a Menores”, intentando justificar el uso de la fuerza con el mismo discurso de siempre: culpar a la víctima para proteger al sistema.
Mientras el oficial involucrado también recibía atención médica, el MININT se limitó a decir que se brindó “acompañamiento a la familia” y que se investigan los hechos para su “total esclarecimiento”, una frase vacía que los cubanos ya conocen de memoria y que suele ser el preludio del silencio.
Antes de la nota oficial, los primeros reportes que circularon en redes sociales, especialmente del periodista independiente José Luis Tan Estrada, daban otra versión del suceso. Según esas informaciones, se trataba de un niño de 13 años que había recibido un disparo en la zona de la cadera o el fémur, y cuyo ingreso al hospital provocó un fuerte despliegue de seguridad.
“El hospital y las calles aledañas permanecen fuertemente custodiadas por policías, agentes de la Seguridad del Estado y dirigentes del Partido”, denunció Tan Estrada, señalando el ambiente de tensión y censura que rodeó el caso desde el primer momento.
La presencia masiva de fuerzas del orden en el hospital y la falta de información oficial durante horas generaron alarma, indignación y miedo entre los camagüeyanos. En redes, decenas de usuarios expresaron su repudio, señalando que dispararle a un menor nunca puede tener justificación.
“Un niño de 13 años puede ser reducido sin necesidad de balas”, escribió una internauta, reflejando el sentir general de los cubanos que ya no creen en la narrativa del “accidente”. Otros fueron más directos: “Esto no es seguridad, es brutalidad policial”, denunciaron.
El caso ha vuelto a poner sobre la mesa la creciente violencia del aparato represivo cubano, donde ni siquiera los menores están a salvo de la impunidad de las armas del Estado. La gente no solo se pregunta por qué el hospital fue rodeado, sino también si esa vigilancia era para proteger al niño o para silenciar a su familia.
La nota del MININT, como era de esperarse, intenta minimizar la gravedad del hecho y cerrar el tema con un parte frío y burocrático. Pero las redes sociales, una vez más, rompieron el cerco informativo. “¿Y si fuera tu hijo?”, preguntaba un usuario, resumiendo la impotencia de un país donde la vida de un menor vale menos que la excusa de un policía.
Camagüey amaneció con miedo, con rabia, y con otra herida más en la lista interminable de abusos impunes de la dictadura. Un disparo más, una historia más de dolor bajo un régimen que dispara primero y “aclara” después.