En medio del repunte de casos de dengue y chikungunya, la provincia de Guantánamo tuvo que improvisar una nueva medida desesperada: convertir el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) José Maceo Grajales en un albergue para niños enfermos.
El lugar, que ahora funciona como una extensión del hospital pediátrico Pedro Agustín Pérez, busca aliviar la fuerte sobrecarga del sistema sanitario local, completamente desbordado por la ola de arbovirosis que afecta a toda la región.
Según reportó la emisora oficial Radio Guantánamo, este centro temporal está destinado a niños mayores de dos años que presenten síntomas leves, así como a pequeños con enfermedades crónicas que necesitan seguimiento médico constante. En otras palabras, es una especie de “hospital improvisado”, donde se intenta hacer más con menos, ante la falta de camas, medicamentos e infraestructura adecuada.
El albergue ofrece lo básico: hidratación oral, control de fiebre y dolor, algunos análisis de laboratorio y observación médica durante las 24 horas. En el sitio trabajan médicos, enfermeros, técnicos de laboratorio y personal de limpieza, todos intentando sostener con esfuerzo un sistema que ya hace rato colapsó.
Las autoridades locales justifican la medida como un intento por “descongestionar el hospital provincial”, que enfrenta una situación crítica debido al aumento de los contagios tanto en la capital guantanamera como en los municipios cercanos. Pero la realidad es evidente: el sistema de salud en Cuba está al borde del abismo, y Guantánamo es hoy uno de los puntos más golpeados por la crisis sanitaria.
En esta provincia oriental, donde escasean los medicamentos, los insumos médicos y hasta los mosquiteros, los hospitales no dan abasto y los brotes epidémicos se multiplican cada semana. Mientras el régimen se vanagloria en la televisión de su “modelo de salud ejemplar”, los cubanos en el oriente del país sobreviven entre apagones, fiebre y mosquitos, sin esperanza de que la situación mejore pronto.










