Huracán Melissa deja sentir sus primeros coletazos en Santiago de Cuba: «El viento ya sopla fuerte y el ambiente está cargado de miedo»

Redacción

Los primeros coletazos del huracán Melissa ya se hacen sentir en Santiago de Cuba, donde el cielo se ha puesto tan oscuro que parece anunciar una noche interminable. El viento sopla cada vez más fuerte y el ambiente está cargado de esa mezcla de miedo y resignación que solo los cubanos conocen cuando se avecina un ciclón.

Las imágenes que circulan en redes y medios independientes muestran claramente el deterioro del tiempo en la provincia. Calles vacías, árboles agitados y un silencio tenso que anuncia lo que viene. En un video difundido por CubaNet Noticias, se escucha al reportero decir con voz seria: “En Santiago de Cuba, los primeros efectos del huracán Melissa ya se hacen sentir”.

El propio periodista advierte que aún falta para que el ojo del huracán toque tierra, pero el panorama ya es desolador. “Que Dios ampare a Santiago y al resto del oriente, porque esto va a ser catastrófico”, comenta, reflejando el sentimiento generalizado de los santiagueros, que saben que el verdadero golpe todavía no ha llegado.

El opositor José Daniel Ferrer también compartió imágenes y mensajes en X (antes Twitter), denunciando la vulnerabilidad extrema del pueblo cubano ante este fenómeno. “Se acerca el huracán Melissa y la población carece de lo básico para enfrentarlo: sin comida, sin medicinas y con apagones constantes, aunque el régimen diga que ‘prioriza’ el oriente”, escribió, dejando en evidencia la desprotección total del pueblo frente a un Estado que solo prioriza su propaganda.

Melissa alcanzó la categoría 5 este lunes, con vientos sostenidos de 270 kilómetros por hora, según el Centro Nacional de Huracanes (NHC). El monstruo se encuentra a unos 530 kilómetros al suroeste de Guantánamo, avanzando lentamente hacia el oeste a solo 6 km/h. Sin embargo, los expertos advierten que podría girar al norte en las próximas horas, pasando primero sobre Jamaica y luego directo al oriente cubano la noche del martes.

La Defensa Civil, en su ya acostumbrada reacción tardía, declaró la Fase de Alarma Ciclónica para Las Tunas, Granma, Santiago de Cuba, Guantánamo y Holguín, ante la inminencia de vientos devastadores, lluvias de hasta 450 milímetros y marejadas de más de tres metros de altura. Pero más allá de los partes oficiales, lo que hay en las calles es incertidumbre, miedo y una población que, una vez más, enfrenta el peligro sin recursos, sin apoyo y sin esperanza real.

El domingo, las autoridades locales en Santiago informaron que estaban evacuando a más de 258 mil personas, sobre todo en los municipios costeros y de montaña como Guamá, donde el mar ya comenzaba a mostrar su furia. En Granma, desde el litoral de Punta de Piedra hasta Marea del Portillo, los residentes grabaron videos del oleaje golpeando con fuerza la costa, mientras el viento levantaba nubes de espuma y los vecinos trataban de asegurar lo poco que tienen.

La situación en el oriente cubano es crítica. Si Melissa mantiene su trayectoria y su potencia, podría convertirse en el huracán más destructivo que haya azotado esa región en décadas. Pero lo más trágico no es solo la fuerza del viento o la lluvia: es la fragilidad de un país colapsado, donde cada ciclón desnuda lo mismo de siempre —la ineficiencia del régimen, la pobreza estructural y la soledad de un pueblo que, incluso ante el desastre, tiene que arreglárselas por su cuenta.

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