El huracán Melissa sigue avanzando con fuerza descomunal rumbo al oriente cubano, convertido ya en un monstruo de categoría 5 en la escala Saffir-Simpson. Con vientos sostenidos de 270 kilómetros por hora y rachas aún más violentas, el fenómeno amenaza con entrar a los libros de historia como uno de los ciclones más feroces que haya tocado a Cuba en más de un siglo.
De mantenerse con la potencia actual, Melissa podría igualar —o incluso superar— a los temibles huracanes de 1924 y 1932, los dos más devastadores que han azotado la isla desde que existen registros. El de 1924 golpeó el occidente con ráfagas de 265 km/h, mientras que el de 1932 arrasó el centro del país con más de 240 km/h y dejó tras de sí un escenario de muerte y destrucción.
Pero esta vez el peligro se concentra en el oriente cubano, una región olvidada por el régimen y con una infraestructura que hace rato no aguanta ni un soplido fuerte. Expertos advierten que, de impactar directamente, Melissa podría causar un desastre sin precedentes en provincias como Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín, Granma, Las Tunas y Camagüey, donde los techos ya se caen solos y las calles se inundan con cuatro gotas de lluvia.
A diferencia de los ciclones históricos como Michelle (2001), Iván (2004) o el tristemente célebre Flora (1963), Melissa combina todos los ingredientes del caos: vientos infernales, marejadas ciclónicas, lluvias torrenciales y un desplazamiento lento que aumentará el tiempo de castigo sobre la zona oriental. Los meteorólogos han descrito su comportamiento como una “intensificación explosiva”, señal de que estamos ante uno de los sistemas tropicales más violentos del Caribe moderno.
Si finalmente entra al territorio cubano con su fuerza actual, Melissa sería el huracán más poderoso jamás registrado en la isla desde que existen datos confiables. El régimen, a través de la llamada Defensa Civil, ha declarado la Fase de Alarma Ciclónica en seis provincias, pero la capacidad real de respuesta es mínima: no hay combustible, los equipos están en mal estado y el país entero se encuentra a oscuras por los apagones constantes.
Mientras las brigadas intentan prepararse “para después”, el pueblo sigue enfrentando lo de siempre: falta de alimentos, comunicaciones colapsadas y una desesperanza generalizada que ni la propaganda del Partido puede maquillar. Todo indica que, si Melissa mantiene su rumbo, el ojo del huracán podría rozar el litoral sur oriental entre la noche del martes y la madrugada del miércoles, dejando una huella que podría cambiar para siempre la historia meteorológica —y humana— de Cuba.










