Guantánamo: Régimen convierte cuevas en refugios ante el paso del huracán Melissa

Redacción

La inminente llegada del huracán Melissa, un monstruo de categoría cinco que amenaza con azotar el oriente cubano, ha puesto en evidencia una vez más la precaria situación del país. En el municipio de Yateras, Guantánamo, las autoridades están preparando cuevas naturales como refugios temporales para la población, una medida que refleja el nivel de abandono estructural en el que vive la gente.

El presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Yateras, Yulien Salina Gallardo, intentó presentar la iniciativa como una “solución segura” en una publicación de Facebook. Según explicó, esos espacios fueron identificados como “lugares de protección” para los habitantes de zonas aisladas que no cuentan con viviendas resistentes ni infraestructuras adecuadas. En su mensaje aseguró que las cuevas se están “acondicionando de forma higiénica y segura para la protección”.

Pero detrás de ese discurso oficialista se esconde una realidad bien dura: los cubanos del oriente no tienen dónde refugiarse. Las cuevas que hoy se preparan como “refugios” ya fueron utilizadas en eventos anteriores, cuando los ciclones anteriores también encontraron al país con techos rotos, casas de madera y sin opciones reales de protección.

En las montañas de Guantánamo y otras zonas del oriente, como Guamá, en Santiago de Cuba, el uso de cuevas o refugios improvisados se ha vuelto casi rutina. La falta de estructuras seguras y la distancia de los centros urbanos obliga a la población a meterse literalmente bajo tierra para sobrevivir al paso de los ciclones.

Aunque las autoridades repiten que estos espacios serán “seguros y limpios”, las dudas entre la gente no se hacen esperar. Muchos temen por las condiciones reales de higiene, ventilación y seguridad en esas cuevas, donde decenas de personas deberán permanecer hacinadas durante horas, o incluso días.

Con Melissa acercándose peligrosamente a la región oriental, los municipios de montaña enfrentan una situación crítica. La combinación de viviendas endebles, escasez de recursos y abandono institucional convierte a miles de familias en blanco fácil de la furia del huracán.

El régimen, por su parte, ha intentado maquillar la situación hablando de “medidas extraordinarias”, cuando en realidad lo que hay es una falta total de preparación y recursos. En Guantánamo, las autoridades planean evacuar a unas 100 mil personas, casi todas en comunidades vulnerables donde no hay estructuras capaces de resistir un evento de esta magnitud.

En San Antonio del Sur, otro municipio muy expuesto, ya se están moviendo más de 13 mil personas hacia refugios improvisados o terrenos elevados, mientras la Defensa Civil activa sus protocolos de emergencia. Pero incluso con todos esos esfuerzos, la logística estatal está colapsada.

Para colmo, en provincias como Holguín, el gobierno ha tenido que pedir ayuda a la población civil, solicitando motorinas y altavoces para avisar a los vecinos, lo que demuestra que el aparato estatal no tiene ni los medios básicos para enfrentar una emergencia.

Hasta la Iglesia Católica en Santiago de Cuba ha tenido que abrir sus puertas para acoger a los damnificados, un gesto humanitario que deja en evidencia la incapacidad del régimen para proteger a su propio pueblo.

Mientras el gobierno se esfuerza por mantener la fachada de “organización y control”, la realidad en el terreno es otra: miles de cubanos siguen dependiendo de la suerte, de cuevas y de la solidaridad entre vecinos para sobrevivir.

El paso del huracán Melissa no solo amenaza con vientos destructivos, sino también con destapar nuevamente la fragilidad de un sistema que hace décadas dejó de priorizar la vida y la seguridad de su gente.

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