En medio de un apagón generalizado y con las comunicaciones prácticamente colapsadas, las autoridades de Holguín han lanzado un pedido desesperado: que los dueños de motorinas con altavoces recorran las calles para avisar sobre la inminente llegada del huracán Melissa, que amenaza con golpear el oriente de Cuba convertido ya en un monstruo categoría 5.
El llamado, publicado en la página de Facebook del Periódico Ahora, especifica que el Consejo de Defensa Municipal de Frank País convoca a los motoristas a presentarse “en el Partido” para coordinar las acciones de comunicación sobre el ciclón. Sí, leíste bien: en pleno siglo XXI, el régimen pide a los ciudadanos usar sus motorinas como si fueran carros de propaganda de los años 60, porque no hay otra forma de informar.
El mensaje oficial dice que “se necesita la colaboración de los propietarios de motorinas con audio parlante para compartir avisos e informaciones sobre la llegada de Melissa al territorio”. Una petición que, más que una estrategia, parece una confesión del desmoronamiento total del sistema de comunicación estatal.
Y es que el Sistema Eléctrico Nacional está por el piso. Millones de cubanos llevan más de 20 horas sin electricidad cada día, mientras el gobierno guarda silencio o se limita a repetir excusas. En el oriente, donde se espera el impacto más fuerte del huracán, las radios comunitarias están fuera del aire, los canales de comunicación institucionales no funcionan, y el pueblo queda a merced de los rumores y el miedo.
El huracán Melissa, con vientos sostenidos de 260 km/h y una presión central de 917 hectoPascal, avanza como una bestia sobre el Caribe. Ante su fuerza, la Defensa Civil decretó la Fase de Alarma Ciclónica para las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín, Granma, Las Tunas y Camagüey. Pero la realidad es que el pueblo enfrenta la emergencia sin luz, sin combustible y sin acceso a información confiable, una combinación tan peligrosa como el propio ciclón.
En la provincia de Granma, la primera secretaria del Partido Comunista, Yudelkis Ortiz, salió a recorrer comunidades junto a equipos de propaganda equipados con megáfonos, pidiendo “informar sin perder tiempo”. En Facebook, escribió la frase: “En prever está el arte de salvar”, mientras en la práctica su “plan de previsión” consistía en carros con altavoces recorriendo calles oscuras.
El panorama es casi surrealista: motorinas, altoparlantes y megáfonos convertidos en el último grito tecnológico de un país que alguna vez presumió de tener “el mejor sistema de salud y educación del mundo”. Hoy, sin radio, sin internet y sin electricidad, los cubanos dependen de estos métodos rudimentarios para saber si el huracán está a la vuelta de la esquina o ya les está volando el techo.
Con Cuba a oscuras y el sistema eléctrico en su punto más crítico, el país no solo enfrenta a Melissa, sino también el desastre de su propia ineficiencia estructural. El régimen, que lleva décadas prometiendo control y preparación, ha terminado exhibiendo su verdadera cara: un Estado colapsado, sin recursos y sin voz, que depende del esfuerzo del pueblo para hacer lo que el gobierno no puede.










