La Unión Eléctrica de Cuba (UNE) volvió a quedar en evidencia este martes tras anunciar que no emitirá pronósticos de apagones ante la llegada del huracán Melissa. Según dijeron, la magnitud de las afectaciones “dependerá del comportamiento de la demanda y la disponibilidad” en las provincias orientales. En otras palabras: ni ellos mismos saben lo que va a pasar.
A las seis de la mañana, el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) apenas contaba con 1.574 megawatts disponibles, frente a una demanda que rozaba los 2.635 megawatts. Eso deja un hueco enorme de 1.099 megawatts, y en el horario pico el déficit podría subir aún más, hasta los 1.200 MW, lo que significa un apagón casi total en buena parte del país. Aun así, la UNE decidió no ofrecer un pronóstico estable “debido a las condiciones meteorológicas”, una excusa más que refleja el desorden que reina dentro del sistema.
Crisis eléctrica sin control ni rumbo
El panorama eléctrico cubano está hecho pedazos. Las averías, los mantenimientos eternos y la falta de combustible mantienen al país sumido en la oscuridad. Las principales termoeléctricas del país están fuera de combate: la Unidad 3 de la Carlos Manuel de Céspedes (Cienfuegos) y la Unidad 2 de Felton (Holguín) están averiadas, mientras que en Santa Cruz del Norte y Nuevitas las paradas por mantenimiento parecen no tener fin.
La falta de combustible paraliza otros 711 megawatts, una cifra que deja claro que el sistema no puede sostener ni lo mínimo para mantener encendido el país, incluso en medio de una emergencia nacional. Las limitaciones térmicas suman más de 500 MW fuera de servicio, y el régimen sigue culpando a factores externos en lugar de reconocer su ineptitud para gestionar un sistema energético que colapsa cada vez que sopla una brisa fuerte.
La Habana también a oscuras
La Empresa Eléctrica de La Habana reconoció que durante todo el lunes el servicio estuvo afectado y que aún no ha logrado restablecerlo completamente. En su propio parte admiten que la afectación máxima fue de 162 MW, y que todavía 84 MW siguen fuera de servicio. En otras palabras, los apagones en la capital están lejos de terminar, y ni siquiera los horarios planificados se cumplen.
El malestar entre los habaneros crece, mientras las redes sociales se llenan de quejas, fotos y videos de barrios enteros sumidos en la oscuridad. A falta de transparencia, los ciudadanos son los que informan la realidad que el régimen trata de esconder.
Descontento y denuncias por todo el país
Desde Santiago de Cuba hasta Granma, los reportes coinciden: apagones interminables, alimentos echándose a perder y silencio oficial. La gente vive entre velas, mosquitos y calor, mientras la UNE se limita a publicar partes técnicos que nadie entiende. En redes sociales, los usuarios acusan a la empresa estatal de mentir descaradamente, asegurando que priorizarían el oriente cuando, en la práctica, todo el país está sumido en la oscuridad.
En la capital, la frustración también es evidente. Muchos aseguran que los apagones comenzaron antes incluso de que llegaran los primeros efectos del huracán Melissa, demostrando que la crisis no tiene nada que ver con el mal tiempo, sino con la destrucción del sistema eléctrico por años de mala gestión, corrupción y abandono.
Con un huracán de categoría 5 acercándose y un país que apenas puede alumbrarse, el régimen enfrenta su propio apagón político y moral: el de un gobierno incapaz de garantizar lo más básico, mientras sigue pidiendo “resistencia” a un pueblo que ya no tiene ni luz, ni fe, ni paciencia.










