Después de recorrer la provincia de Holguín, una de las más golpeadas por el huracán Melissa, Miguel Díaz-Canel aseguró la noche del jueves que, hasta el momento, no se registran “ni muertos ni desaparecidos” por el paso del ciclón.
“Revisamos in situ golpes de Melissa. Ni muertos ni desaparecidos, hasta ahora”, escribió el mandatario en su cuenta de X, intentando pintar un panorama de relativa calma frente al desastre.
Fiel a su estilo de minimizar la crisis, Díaz-Canel se limitó a mencionar “afectaciones mínimas en parques fotovoltaicos” y subrayó que la prioridad es recuperar electricidad y comunicaciones, dejando de lado el impacto humano y material que sigue golpeando la región.
En su tuit también reconoció que “inundaciones y árboles derribados mantienen zonas incomunicadas”, aunque aseguró que se llegará a todas las áreas afectadas. Sin embargo, la realidad que circula en redes sociales contradice su discurso triunfalista: imágenes de viviendas destrozadas, calles convertidas en ríos y comunidades enteras aisladas muestran que el oriente cubano sigue enfrentando una devastación de magnitud alarmante.
A estas alturas, las autoridades del régimen todavía no han ofrecido un parte oficial de daños, mientras la población sufre las consecuencias: familias que han perdido todo, servicios básicos colapsados y un panorama de emergencia que parece ignorarse en los comunicados oficiales.
El huracán Melissa, que azotó Cuba con categoría tres desde la madrugada hasta la tarde del miércoles 29 de octubre, dejó tras de sí inundaciones generalizadas, árboles caídos y un caos total en las comunicaciones y la electricidad, recordándole a los cubanos que el drama real supera con creces la narrativa oficial.










