Un video que circula en redes sociales ha conmovido a miles de cubanos dentro y fuera de la isla. Grabado en las zonas de San Germán y Báguanos, en la provincia de Holguín, muestra a una mujer llorando al ver su casa completamente inundada tras el paso del huracán Melissa, mientras una familiar intenta consolarla con la frase que se ha vuelto símbolo de resistencia: “No llores, estamos vivos”.
Entre lágrimas, la afectada dice: “Ay, mi hija, la casa está anegada de agua, Mari…”, mientras el agua cubre el frente de su vivienda. La voz que graba responde intentando calmarla: “Tranquila, no llores, estamos vivos, menos mal que no cayó ningún cable de los pinos”. Esa escena resume el drama que viven miles de familias en el oriente cubano tras el huracán más devastador del año.
El video publicado por Martí Noticias generó miles de reacciones y comentarios en pocas horas. Entre ellos, se leen mensajes de esperanza y fe: “Ese señor lo entendió todo: están vivos, eso es lo importante”, “Dios los ampare”, “fuerza, lo material se recupera”. Pero también hay críticas a la falta de respuestas oficiales y llamados a la comunidad cubana en el exilio para que ayude a los damnificados.
Mientras las autoridades evalúan los daños, la sociedad civil se ha movilizado por su cuenta. Proyectos como Aliento de Vida y Palomas recolectan donaciones en La Habana para asistir a los afectados. El pastor Yankiel Fernández, líder de Aliento de Vida, abrió un punto de acopio en el municipio Cerro para recibir alimentos, ropa y medicinas, insistiendo en que “ese tiempo vale vidas, hogares y esperanza”. Por su parte, el Proyecto Palomas mantiene abiertas sus puertas en Almendares, mientras cubanos en Miami organizan campañas de recaudación y envío de ayuda.
En comunidades rurales como Jiguaní, en Granma, la sensación de abandono es evidente. La cubana Marisbel Pantoja denunció que nadie del gobierno se ha presentado: “Sin agua, sin corriente y a nadie le importa”. Barrios enteros permanecen incomunicados, con caminos intransitables y viviendas colapsadas, obligando a los vecinos a sobrevivir por sus propios medios.
Las historias que surgen del oriente cubano son desgarradoras pero también muestran resiliencia. La influencer Yaya Panoramix pidió ayuda para su abuela de 78 años, que perdió su casa. En Contramaestre, Santiago de Cuba, otra mujer compartió cómo el huracán redujo a escombros la vivienda de su madre: “Gracias a Dios está viva, pero no deja de doler”. En Velasco, Holguín, vecinos intentaban rescatar lo poco que quedó de sus hogares, entre lágrimas y muebles flotando por las calles convertidas en ríos.
En Holguín capital, la estilista Verónica Dantés mostró su salón de belleza anegado y relató la impotencia de ver años de trabajo arruinados en minutos: “Qué tristeza, mi corazoncito lo tengo apretado… solo le pido a mi ángel de la guarda que nada se haya roto”.
El huracán Melissa dejó viviendas colapsadas, calles intransitables, cultivos arrasados y cortes de electricidad y agua. A pesar de las pérdidas, el pueblo cubano demuestra una vez más que la solidaridad entre vecinos es la primera respuesta ante la emergencia. La frase “No llores, estamos vivos” se ha convertido en un símbolo de esperanza y resistencia, recordando que, pese al desastre, la vida sigue.







