El paso del huracán Melissa dejó al oriente de Cuba en un estado de caos absoluto. Carreteras destrozadas, puentes socavados y vías férreas bloqueadas han convertido la movilidad en un verdadero desafío, dejando a miles de cubanos incomunicados y varados.
Las principales afectaciones se concentran en la Carretera Central y la Autopista Nacional, donde la caída masiva de árboles, postes eléctricos y líneas de telefonía ha bloqueado numerosos tramos, impidiendo el tránsito seguro de vehículos. La situación refleja la fragilidad estructural que caracteriza a la infraestructura cubana, abandonada por décadas de negligencia estatal.
En Contramaestre, las lluvias intensas provocaron el socavamiento del terreno en el puente principal, derribando parte de la baranda y bloqueando el paso peatonal en aproximadamente diez metros. Mientras tanto, la base de ferrobuses en Palma Soriano sufrió daños en su cubierta; aunque los vehículos se salvaron, las operaciones permanecen detenidas debido al colapso vial en la región.
La imagen se repite en varios municipios: en Mella, brigadas trabajan sin descanso para despejar vías ferroviarias inundadas o bloqueadas por árboles y escombros, mientras comunidades enteras permanecen aisladas.
Ante este panorama, las autoridades han suspendido todos los servicios de transporte terrestre y ferroviario hacia y desde el oriente cubano. Ómnibus nacionales, VIAZUL, servicios de carga y fletes, así como trenes con destino a Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín y Bayamo–Manzanillo, permanecen detenidos hasta que las condiciones de seguridad permitan la circulación.
Mientras los comunicados oficiales hablan de “acciones inmediatas y control operativo”, la realidad en el terreno es otra: aislamiento total, desinformación y caos. Miles de cubanos están atrapados, sin transporte ni recursos, en un escenario donde casas destruidas, comunidades inundadas y pérdidas materiales agravan aún más la crisis humanitaria.
El oriente de Cuba sigue prácticamente incomunicado, y la población exige respuestas más rápidas, efectivas y transparentes de un Estado que, como siempre, llega tarde frente a los desastres naturales y la urgencia de la gente. La situación evidencia, una vez más, la incapacidad del régimen para garantizar servicios básicos y la movilidad de sus ciudadanos en medio de emergencias.










