En medio del caos y la oscuridad que dejó el huracán Melissa en el oriente cubano, la Empresa Eléctrica de Santiago de Cuba lanzó una denuncia que ha encendido aún más la indignación popular: el robo de cables y materiales eléctricos en zonas afectadas. Un hecho que, según la entidad estatal, retrasa la ya desesperante recuperación del servicio eléctrico.
En una publicación en su página oficial de Facebook, la empresa reconoció que tras el paso del ciclón “hay cables en el suelo y muchos componentes expuestos”, lo que ha sido aprovechado por “personas inescrupulosas” para apropiarse de los materiales.
El mensaje, que pide la colaboración de los santiagueros, deja al descubierto el nivel de deterioro del sistema eléctrico cubano y la desesperación que reina entre la gente, tras días sin luz, sin agua y prácticamente incomunicados.
Las críticas no se hicieron esperar. En los comentarios del post, muchos usuarios arremetieron contra la lentitud de las autoridades. “Lo que tienen que hacer es empezar a trabajar y dejarse de tanto cuento”, escribió una joven. Otro vecino fue más directo: “El ciclón ya pasó y el sol está afuera, ¿qué esperan para comenzar la recuperación?”.
Entre la rabia y el cansancio, los santiagueros reclaman lo mismo de siempre: menos discurso y más acción.
El oriente cubano sigue a oscuras
El huracán Melissa destrozó la red eléctrica del oriente, dejando a su paso postes caídos, líneas destruidas y subestaciones anegadas. Desde entonces, buena parte de la región permanece desconectada del sistema nacional.
La Unión Eléctrica (UNE) confirmó que la generación disponible apenas ronda los 1,050 megawatts, mientras la demanda nacional supera los 2,000. El resultado es obvio: apagones interminables y una población exhausta.
Las termoeléctricas Santa Cruz, Céspedes y Felton presentan graves averías, y la falta de combustible y lubricantes mantiene paralizadas decenas de plantas de generación distribuida.
En Santiago, la empresa eléctrica admitió que la reparación será lenta por la escasez de materiales, combustible y personal técnico. Mientras tanto, se priorizan hospitales y centros de evacuación, pero la mayoría de los hogares sigue hundida en la oscuridad, sin noticias de cuándo regresará la luz.
Robo o supervivencia: el dilema de un país al límite
En Cuba, el robo de materiales eléctricos ya no es novedad, sino una consecuencia directa de la crisis. En un país donde el Estado no garantiza ni los servicios básicos ni la seguridad ciudadana, muchos recurren a lo que haya para poder sobrevivir.
Mientras la empresa estatal los tilda de “inescrupulosos”, otros los ven como víctimas de un sistema que los empuja a rebuscar entre los escombros. El cobre, el aluminio y los metales de las redes eléctricas tienen alto valor en el mercado negro, lo que convierte cada apagón en una oportunidad para el comercio ilegal.
La falta de vigilancia, el abandono rural y los almacenes vacíos de las empresas estatales condenan la reconstrucción a un paso de tortuga. Cada vez que un huracán pasa, los mismos problemas se repiten: infraestructura podrida, corrupción, falta de previsión y un Estado incapaz de responder.
Una tormenta más en un país en ruinas
El fenómeno de los robos tras los desastres naturales no es solo un reflejo de la pobreza, sino también de la descomposición total del sistema cubano. Cada ciclón deja al descubierto una realidad que ya nadie puede maquillar: el país está en ruinas y el gobierno sigue vendiendo promesas vacías.
Mientras el ministro Vicente de la O Levy repite su frase de siempre —“saldremos adelante”—, el pueblo sigue atrapado entre los cables caídos, los apagones eternos y el silencio del régimen.
En el oriente de Cuba, las noches siguen siendo interminables y las esperanzas, cada vez más cortas. Porque el verdadero desastre, más allá del huracán Melissa, es un sistema que hace décadas dejó de funcionar.










