La tragedia que dejó el huracán Melissa en la barriada de Altamira, en Santiago de Cuba, sigue mostrando el rostro más crudo de la desidia oficial. Decenas de familias que lo perdieron todo continúan entre el agua, el fango y el olvido, sin una respuesta concreta del gobierno local.
El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada denunció en Facebook que en la carretera turística de Altamira, justo frente a la empresa Astillero Oriente, “muchas personas siguen luchando contra el agua y el abandono”.
Según explicó, se trata de familias humildes, con niños pequeños, ancianos y personas con discapacidad, que han quedado completamente desamparadas. “Gente que no pidió vivir así, pero que la necesidad y el olvido estatal empujaron a estas zonas bajas donde, cada vez que llueve, se juegan la vida”, lamentó.
Estas familias llevan más de una década esperando una solución. Desde el huracán Sandy, en 2012, no recibieron materiales, viviendas ni ayuda estatal alguna. “Trece años después, la historia se repite: la lluvia arrasa y el gobierno mira hacia otro lado”, denunció el comunicador.
La situación se ha vuelto aún más crítica porque muchas de las personas que estaban refugiadas ahora enfrentan el desalojo. “Del agua a la calle, sin piedad, sin apoyo y sin rumbo”, advirtió Mayeta, quien también señaló la indiferencia de las autoridades locales.
En Altamira vive incluso el delegado de circunscripción y jefe del Consejo Popular, identificado como Maren, pero ni su presencia ha cambiado nada. “No ha visitado a su propia comunidad, no ha dado la cara ni ha extendido la mano a quienes lo eligieron como voz y guía”, apuntó el periodista.
Los vecinos aseguran que ningún dirigente, médico ni trabajador social ha llegado al lugar. “En Altamira, el agua llegó primero que la ayuda. Y el abandono llegó antes que la preocupación oficial”, dijo Mayeta Labrada, describiendo el silencio absoluto de las instituciones.
“Hoy, estas familias no piden discursos ni consignas. Piden techo, dignidad y ser tratadas como lo que son: seres humanos. Porque la vulnerabilidad no se elige, pero la indiferencia sí”, concluyó.
En toda la provincia, los efectos del huracán Melissa han sido devastadores. En Cayo Granma, un joven mostró los escombros donde antes estuvo su casa; en Chicharrones, un residente grabó su vivienda reducida a restos de madera y zinc; y en Contramaestre, un barrio entero quedó sepultado bajo el lodo tras el desbordamiento de varios ríos.
Guamá, el municipio costero por donde entró el huracán con vientos de más de 200 kilómetros por hora, es hoy un escenario de destrucción total. Casas arrasadas, árboles arrancados de raíz y caminos bloqueados por toneladas de escombros resumen el drama de un pueblo que, una vez más, enfrenta solo la furia de la naturaleza y la indiferencia del poder.










