Entre colchones empapados, paredes caídas y el silencio que deja la desesperanza, Alejandro —a quien todos en Cayo Granma conocen como Toti— muestra lo poco que quedó de su casa después del paso del huracán Melissa por la bahía de Santiago de Cuba.
“Perdí todo… el techo, los muebles, los libros, la ropa de la niña”, dice con la voz quebrada mientras recorre los restos de lo que fue su hogar. No tiene comida, ni medicamentos, ni dinero para empezar de nuevo. “Hasta este momento no hemos podido recuperar nada. No tenemos nada que comer, no tenemos leche para la niña…”, lamenta antes de contar que pasará la noche en casa de una vecina.
El video con su testimonio fue publicado por Conducta Dade, un proyecto independiente que da voz a cubanos en situaciones de vulnerabilidad. En esta ocasión, centran su mirada en los rostros que dejó la catástrofe: familias enteras sin techo, sin comida y sin esperanza, tratando de sobrevivir entre los escombros.
Las imágenes son desgarradoras. Se ven techos colapsados, electrodomésticos destruidos y paredes que ya no existen. Todo esto, mientras el silencio de las autoridades pesa más que el propio viento que arrasó el oriente cubano.
Cayo Granma, el pequeño islote a la entrada de la bahía santiaguera, es hoy una sombra de lo que era. El huracán Melissa, con categoría 3, dejó un rastro de destrucción: viviendas desaparecidas, embarcaciones volcadas y familias enteras sin un lugar donde dormir.
En Facebook, el grupo Amigos del Cayo se ha convertido en el principal punto de encuentro para compartir las imágenes del desastre. Allí, los vecinos publican videos que muestran la magnitud de la tragedia: casas reducidas a polvo, techos arrancados por los vientos y calles cubiertas de lodo y desechos.
El panorama se repite en otras zonas de Santiago de Cuba. En el reparto Chicharrones, un residente de Veguita de Galo mostró a través de un video cómo su vivienda quedó completamente destruida. Solo quedan restos de tablas, planchas de zinc dobladas y los muebles sepultados bajo los árboles caídos.
En Contramaestre, el desbordamiento de varios ríos dejó barrios enteros bajo el agua. Y en Guamá, el municipio costero donde Melissa tocó tierra con vientos de hasta 200 kilómetros por hora, el paisaje es de pura devastación: caminos bloqueados, casas arrasadas y una población que hoy enfrenta la dura tarea de empezar de cero.
Mientras tanto, el silencio oficial continúa. Ni una palabra sobre ayudas, ni un plan visible de recuperación. Solo el eco de los testimonios como el de Toti, que ponen rostro y voz al drama que sigue latiendo entre los escombros del oriente cubano.










