“Sobrevivimos entre piedras”: cubanos refugiados en cuevas tras el paso del huracán Melissa

Redacción

En el oriente cubano, las montañas volvieron a ser refugio y las cuevas, salvación. Osmel Guerra, un pescador de 53 años del municipio de Guamá, no lo pensó dos veces: cuando el huracán Melissa comenzó a arrasar con todo a su paso, subió al monte con su familia para salvar la vida.

Si no subía al monte, el ciclón nos mataba”, contó el hombre a la agencia española EFE. Y no exageraba: horas después, su casa ya no existía.

Osmel es uno más entre los miles de damnificados que lo han perdido todo. Aún recuerda con amargura que sigue esperando los materiales prometidos por el gobierno desde 2012, cuando el huracán Sandy le voló el techo y las autoridades juraron que lo ayudarían. “La cosa está mala. No hay recurso, no hay más nada. Antes te montaban en un carro, te llevaban a un local y te daban desayuno…”, lamentó.

Refugio entre las rocas
Como él, decenas de familias en la zona de Playa Francés decidieron esconderse en las cuevas naturales antes que acudir a los albergues oficiales. Muchos temían que, en medio del caos, alguien se aprovechara para robarles lo poco que les quedaba.

Las cuevas son nuestros cuartos, nuestro refugio”, contó Saraí Villafañe, una mujer de 47 años que enseñó a los reporteros cómo habían convertido una cueva en improvisado hogar. Las imágenes captadas por EFE muestran el horror de lo vivido: viviendas destruidas, techos arrancados, caminos intransitables y pueblos completamente desconectados.

En todo el oriente cubano, el 75 % de las líneas móviles siguen sin servicio, lo que deja incomunicadas a miles de familias que aún no saben si sus parientes están vivos.

Una catástrofe silenciada
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) calcula que más de 700 mil personas en Cuba necesitan ayuda urgente, al menos la mitad de ellas durante los próximos tres meses. Sin embargo, el régimen mantiene su discurso triunfalista, sin ofrecer aún una evaluación real de los daños.

Antes del impacto del huracán, las autoridades de Yateras, en Guantánamo, habían anunciado que varias cuevas serían “acondicionadas” como refugios temporales. Una idea que el vocero oficialista Carlos Pérez calificó como “una medida de inteligencia popular y supervivencia probada”.

Pero en la práctica, esas cuevas carecen de condiciones mínimas de higiene, ventilación o seguridad. Las promesas de las autoridades, como siempre, suenan vacías ante la realidad de un pueblo que se ve obligado a volver a la edad de piedra para sobrevivir.

Entre la naturaleza y el abandono
Melissa tocó tierra en la madrugada del miércoles con categoría 3, dejando más de 400 milímetros de lluvia en varias localidades y provocando la evacuación de más de 735 mil personas. Pero mientras el régimen intenta proyectar control y eficiencia, la gente de a pie vive un panorama de desolación, hambre y silencio estatal.

En Guamá y Yateras, los testimonios se repiten como un eco: casas destruidas, niños durmiendo en cuevas y comunidades enteras olvidadas por el Estado.

Sobrevivimos entre piedras, como los hombres primitivos”, dijo un vecino con amarga resignación.

Así, en pleno siglo XXI, el régimen vuelve a mostrar su verdadero rostro: el de un país que se hunde en la miseria mientras su gente busca refugio entre rocas, no por romanticismo histórico, sino por pura necesidad.

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