Díaz-Canel sale a decir con tono triunfalista que las afectaciones en los parques solares de Oriente fueron «mínimas» tras el paso del huracán Melissa

Redacción

El gobernante Miguel Díaz-Canel volvió a demostrar su desconexión total con la realidad del pueblo cubano. Tras el paso del huracán Melissa, el mandatario aseguró que las “afectaciones mínimas en parques fotovoltaicos” eran una muestra de la “resistencia” del país.

“Revisamos los golpes de Melissa. Ni muertos ni desaparecidos, hasta ahora. Afectaciones mínimas en parques fotovoltaicos”, escribió el dirigente en su cuenta de X, destacando que la prioridad es “recuperar la electricidad y las comunicaciones”.

Como siempre, el post vino acompañado de fotos posadas, sonrisas oficiales y mensajes de “optimismo revolucionario” sobre una supuesta recuperación inmediata que solo existe en los discursos del régimen.

La verdad en las calles es muy distinta: cortes eléctricos interminables, pueblos incomunicados y una red energética hecha trizas desde hace años.

El gobierno celebra que no volaron los paneles amarrados con cinta

En la reunión de evaluación posterior al huracán, el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, presumió que los parques solares del oriente apenas sufrieron daños, mencionando que en Las Tunas y Granma solo se perdieron unos pocos paneles “gracias a las medidas preventivas adoptadas”.

El ministro se felicitó por el supuesto “éxito” de su estrategia, asegurando que contaban con “repuestos suficientes” para reponer las pérdidas. Por su parte, el diario oficial Granma, fiel a su papel de vocero del poder, proclamó que los parques solares “vencieron con éxito la prueba” del huracán, afirmando que solo 19 paneles de más de 4,000 habían resultado dañados en Manzanillo.

Pero las imágenes que circularon antes del ciclón desataron la burla nacional: paneles solares amarrados con cintas plásticas y sogas en Holguín y otras provincias. Muchos cubanos ironizaron en redes sociales. “Ya tengo la red lista para recogerlos de fly en la Florida”, comentó uno. Otro bromeó: “Cuando pase Melissa, los paneles van a estar más cerca del sol”.

Ante el aluvión de críticas, la Unión Eléctrica se defendió asegurando que las “medidas aplicadas se ajustan a las normas internacionales”. Una excusa que nadie se creyó.

Entre consignas y apagones que no se acaban

Mientras el régimen intenta vender cada mínima buena noticia como un “triunfo del socialismo”, la realidad del pueblo sigue siendo de miseria y oscuridad. En muchas provincias los apagones superan las 20 horas diarias, con familias que sobreviven sin refrigeración, sin agua y sin alimentos frescos.

El discurso triunfalista de la dictadura ignora lo esencial: esos parques solares apenas generan una fracción minúscula de la energía que el país necesita. Las termoeléctricas están colapsadas, sin mantenimiento, sin piezas y sin combustible. Las promesas de “inversión en energías renovables” se quedan solo en papeles y consignas vacías.

Aunque los paneles no volaran con Melissa, el sistema eléctrico cubano sigue al borde del colapso total. Postes caídos, subestaciones oxidadas y una infraestructura que depende de petróleo importado —cada vez más escaso— completan el desastre.

Los propios trabajadores del sector reconocen que la famosa “protección de instalaciones” no pasa de ser una chapucería improvisada con materiales reciclados, como quedó demostrado en las fotos de los paneles atados con sogas.

Energía para la foto, no para el pueblo

Los parques solares se han convertido en el nuevo show propagandístico del régimen, otro símbolo de cartón con el que intentan demostrar que “Cuba avanza”. Pero la realidad es que el país no tiene red eléctrica moderna ni capacidad de almacenamiento para aprovechar esa energía.

Mientras Díaz-Canel presume de paneles que no volaron, millones de cubanos siguen cocinando con leña, durmiendo a oscuras y botando la comida por falta de frío.

El gobierno habla de “eficiencia” y “resistencia”, pero el pueblo sabe la verdad: en Cuba la luz solo llega para las fotos oficiales, no para los hogares donde la gente sigue sufriendo los apagones interminables del comunismo.

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