En medio del dolor y la destrucción que dejó el huracán Melissa en el oriente de Cuba, una historia desde Bayamo ha tocado el corazón de miles de personas. Un niño llamado José decidió donar sus juguetes a otros pequeños que lo perdieron todo, un gesto tan sencillo como enorme que ha conmovido las redes sociales.
La usuaria de Facebook Yanelkys Llera Céspedes contó cómo el pequeño, tras recibir una llamada de su abuela, rompió a llorar y comenzó a llenar su mochila con los juguetes que más quería. “Sacó los libros del bulto y lo llenó de todo lo que encontró. Esos juguetes tienen valor sentimental para él, pero sabía que podían alegrar la vida de otros niños”, relató emocionada.
José incluso pidió otro bolso para seguir empacando más cosas. Su escuela, el seminternado 4 de Abril, fue habilitada como centro de evacuación para familias que lo perdieron todo durante el paso del huracán. “La directora le agradeció el gesto”, contó Llera Céspedes.
Su abuela, Xiomara Céspedes, confesó entre lágrimas que se sintió profundamente conmovida por el acto del nieto. “Solo bastó una llamada para explicarle lo que estaba pasando, y no perdió un minuto. Esos son los valores que le enseñamos: ayudar siempre”, dijo.
La mujer recordó que cuando era niña también lo perdió todo con el ciclón Flora, y por eso entiende el dolor de quienes hoy sufren la misma historia. “Por eso sé lo que siente José, por eso lloró como lloré yo. Te amo, mi nieto hermoso”, escribió.
Este acto de generosidad infantil contrasta brutalmente con la realidad que viven cientos de niños cubanos en los refugios improvisados después del huracán.
Escuelas convertidas en refugios indignos
Días atrás, un cubano identificado como José Alberto Pérez López denunció en redes las condiciones “alarmantes y profundamente indignas” en las que se encuentran los evacuados en la escuela Orlando Lara, también en Granma.
“Los niños y adultos duermen en el piso, sin colchones ni sábanas, rodeados de humedad y frío. No hay comida suficiente, ni agua potable, ni atención médica estable”, denunció. “¿Cómo es posible que en medio de una tragedia los niños tengan que dormir en el suelo, sin nada?”, cuestionó indignado.
Su denuncia retrata el drama de los centros de evacuación en todo el país: espacios saturados, sin recursos ni condiciones mínimas, donde las promesas del gobierno se diluyen frente al abandono real.
El discurso del poder y la verdad del pueblo
Mientras tanto, Miguel Díaz-Canel intenta vender al mundo una imagen de eficiencia y control. Durante una visita a un albergue en Holguín, aseguró que los evacuados reciben “buena alimentación y atención médica y psicológica”.
Pero los testimonios desde Bayamo, Río Cauto y Contramaestre dicen otra cosa: refugios sin comida, sin medicamentos y sin colchones suficientes. De hecho, los propios informes del régimen reconocen que más del 95 % de los desplazados fueron acogidos por familiares o vecinos, no por el Estado.
El gobierno intenta presentar esa solidaridad popular como una muestra del “espíritu revolucionario”, cuando en realidad es una prueba de su incapacidad total para proteger a su pueblo.
Una tragedia que se repite huracán tras huracán
Cada vez que un ciclón golpea Cuba, la historia se repite: viviendas frágiles, refugios improvisados, desabastecimiento y abandono. Las familias afectadas por Sandy, Irma, Ian u Oscar aún esperan las promesas incumplidas, y ahora Melissa ha vuelto a arrasar con lo poco que quedaba.
En ese contexto, el gesto de José —un niño que renuncia a sus juguetes para aliviar el dolor de otros— resuena como un grito de humanidad en medio del caos.
Porque mientras el régimen habla de “solidaridad socialista” y posa para las cámaras, es un niño quien demuestra, sin discursos ni consignas, lo que realmente significa tener corazón y pensar en los demás.
José, con su mochila llena de esperanza, ha hecho más por Cuba que todo un sistema que presume de bondad, pero deja a su infancia durmiendo en el suelo.










