Panamá manda 24 toneladas de ayuda a Cuba, pero los cubanos dudan que les llegue

Redacción

Panamá acaba de anunciar el envío de 24 toneladas de ayuda humanitaria a Cuba, y la noticia ha recorrido el Caribe como un soplo de esperanza entre tanta destrucción. Tras el paso del huracán Melissa, que arrasó con buena parte del oriente cubano, miles de familias siguen sin techo, sin comida y sin luz. En medio de esa crisis, la solidaridad internacional ha empezado a moverse, pero dentro de la isla, la gente no celebra todavía: la pregunta que muchos se hacen es si esa ayuda llegará realmente a las manos del pueblo.

El cargamento panameño parte desde el Centro Logístico Regional de Asistencia Humanitaria (CLRAH) e incluye artículos básicos para enfrentar la emergencia: kits de cocina, herramientas, lonas plásticas, frazadas, cubetas y productos de higiene. Todo será transportado en vuelos de Copa Airlines, según explicó Stephany Murillo, representante de la Cruz Roja en la región. La funcionaria adelantó que este es solo el comienzo: “probablemente moveremos unas cien toneladas de ayuda en los próximos meses”.

No es Panamá la única que ha tendido la mano. Colombia también envió 22 toneladas de asistencia coordinada por la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo, con alimentos, kits de aseo y ropa de cama. China despachó mil kits familiares de emergencia, y Venezuela mandó otras 26 toneladas, en una muestra del apoyo de sus “países hermanos”. Incluso la comunidad cubana en Miami está recolectando medicinas y alimentos bajo la iniciativa “Ayuda para el Oriente de Cuba”, intentando llegar a sus compatriotas desde fuera del sistema oficial.

Sin embargo, en el terreno, la situación sigue siendo desoladora. Zonas enteras de Santiago de Cuba, Granma y Holguín permanecen incomunicadas, con casas destruidas, carreteras cortadas y miles de personas refugiadas en escuelas improvisadas. El panorama no solo es el resultado del huracán, sino del colapso estructural de un país que no puede responder a los desastres sin depender del extranjero.

Y ahí es donde llega el problema: la desconfianza. Muchos cubanos no creen que esa ayuda vaya a llegarles. En redes sociales abundan los recuerdos de otras tragedias, como los huracanes Sandy o Ian, cuando parte de la ayuda internacional terminó en almacenes militares o vendiéndose en tiendas estatales. El gobierno no publica inventarios ni permite observadores independientes, lo que alimenta aún más la sospecha.

Mientras tanto, las autoridades agradecen a los “países amigos” y llenan los noticieros de imágenes de camiones con banderas y consignas, pero no muestran a las familias que siguen sin recibir nada. La propaganda y el secretismo siguen siendo más fuertes que la transparencia.

El huracán Melissa golpeó con vientos cercanos a los 300 km/h y dejó a más de un millón de personas afectadas. Sin embargo, el régimen todavía no ha ofrecido cifras oficiales de víctimas ni de pérdidas materiales. En Cauto del Paso, vecinos contaron que pasaron noches enteras sobre los techos esperando ser rescatados. Las promesas y discursos no sirven cuando falta agua, comida y techo.

La ayuda panameña representa un alivio, sí, pero también una prueba: ¿será usada para salvar vidas o para reforzar el relato del gobierno? En Cuba, la solidaridad del mundo llega con buenas intenciones, pero el pueblo ya aprendió a esperar con cautela. Porque entre la necesidad y la burocracia, la ayuda muchas veces se pierde… justo cuando más se necesita.

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