“Se ahogó la salud en Arroyo Seco: el hospitalito quedó bajo el agua tras el paso de Melissa”

Redacción

La furia del huracán Melissa no tuvo compasión con nadie, y menos con los que más la necesitaban. En Arroyo Seco, un pequeño poblado de Mayarí, provincia de Holguín, el llamado “hospitalito” terminó literalmente bajo el agua. Ni los equipos médicos, ni los medicamentos, ni siquiera el sillón de estomatología pudieron salvarse. Todo se perdió en cuestión de horas, y lo peor: pudo haberse evitado.

La denuncia la hizo pública el periodista independiente José Luis Tan Estrada, quien compartió en Facebook imágenes impactantes del centro de salud inundado casi hasta el techo. Según él, las autoridades sabían del riesgo y no hicieron nada para proteger el edificio. “Lo peor de todo es que no se salvó absolutamente nada”, escribió indignado. La foto lo dice todo: agua hasta la mitad del tejado y un silencio que ahoga tanto como la propia inundación.

En su publicación, Tan Estrada detalló la magnitud del desastre: equipos médicos, el grupo electrógeno, los materiales de laboratorio, los refrigeradores, los medicamentos… todo quedó bajo el lodo. Ahora, acceder al lugar es imposible hasta que baje el nivel del agua, que subió como nunca antes se había visto en esa zona.

El paso de Melissa, un huracán de categoría tres, dejó a su paso una estela de destrucción en todo el oriente cubano. Según reportes oficiales, más de 45 mil viviendas resultaron afectadas, y miles de familias perdieron los techos de sus casas. En el sector salud, 461 instalaciones médicas sufrieron daños, lo que ha provocado una situación crítica en comunidades rurales como Arroyo Seco, donde la atención médica ha tenido que improvisarse en los centros de evacuación.

La tragedia no se detuvo ahí. En la educación, más de 1.500 escuelas quedaron inservibles, y más de 14.000 personas siguen refugiadas en instituciones estatales. La ministra de Educación, Naima Trujillo Barreto, aseguró que el regreso a clases será “gradual”, aunque todos saben que eso puede traducirse en meses de espera.

En medio del caos, el gobierno cubano aceptó la ayuda humanitaria ofrecida por la administración de Donald Trump, valorada en tres millones de dólares. Sin embargo, la letra pequeña del acuerdo ha levantado cejas. La distribución será controlada por el Estado cubano y canalizada “a través de la Iglesia Católica”. Una jugada que, para muchos, huele más a control político que a transparencia.

La Habana insiste en que tiene “experiencia positiva” trabajando con la Iglesia, pero los cubanos recuerdan bien otros huracanes donde la ayuda nunca llegó a los verdaderos damnificados. Se teme que esta vez ocurra lo mismo, que los recursos se pierdan entre manos estatales y burocráticas mientras los enfermos de Arroyo Seco siguen sin un hospital, sin medicinas y, sobre todo, sin esperanza.

Mientras tanto, desde Washington, el secretario de Estado Marco Rubio aseguró que la ayuda va “dirigida al pueblo cubano, no al régimen”. Un mensaje claro, pero que en la práctica aún está por verse.

El hospitalito de Arroyo Seco hoy no es más que una sombra sumergida en el agua, un símbolo de lo que pasa cuando la desidia y la naturaleza se combinan. En un país donde todo escasea, perder un centro médico es como perder un pedazo de vida.

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