El gobierno de Estados Unidos dejó bien claro este martes que la ayuda humanitaria destinada al pueblo cubano no pasará por las manos del régimen, sino que será canalizada exclusivamente a través de la Iglesia Católica y Cáritas Cuba, garantizando que llegue directamente a los más afectados por el huracán Melissa.
“En Cuba, la distribución será a través de la Iglesia Católica y Cáritas directamente a las personas afectadas”, publicó la Embajada de Estados Unidos en La Habana en su cuenta de X (antes Twitter), marcando una línea firme frente a las exigencias del régimen de controlar todo tipo de asistencia internacional.
Según el Departamento de Estado, Washington destinó 24 millones de dólares en ayuda humanitaria para los países golpeados por el poderoso huracán de categoría 5, que azotó el Caribe a finales de octubre. De esa suma, 3 millones estarán destinados al pueblo cubano, mientras el resto se repartirá entre Jamaica (12 millones), Haití (8,5 millones) y las Bahamas (500.000 dólares).
La decisión de excluir al régimen cubano del manejo de la ayuda no es casual. Responde al largo historial de desvío, manipulación y ocultamiento con que el castrismo ha manejado los recursos internacionales en crisis anteriores. Washington busca evitar que los donativos terminen en almacenes estatales o sean revendidos en MLC, como tantas veces ha ocurrido.
Los fondos estadounidenses serán empleados en refugios temporales, agua potable, alimentos, artículos de higiene y atención médica de emergencia. Además, el Equipo de Respuesta para Asistencia ante Desastres (DART) continúa evaluando las necesidades en el Caribe para ampliar la ayuda en futuras etapas.
Fuentes diplomáticas aseguraron que la prioridad está en las provincias más golpeadas del oriente cubano —Granma, Holguín y Las Tunas— donde el huracán Melissa dejó miles de familias sin techo, comunidades bajo el agua y una infraestructura casi colapsada.
El secretario de Estado Marco Rubio enfatizó que la ayuda busca “salvar vidas y apoyar a las poblaciones más vulnerables”, pero recalcó que “la asistencia llegará a manos del pueblo cubano, no del régimen”. Un mensaje directo a La Habana, donde el aparato de propaganda estatal intenta vender la idea de que toda ayuda debe pasar por sus canales oficiales.
Como era de esperarse, el gobierno de Díaz-Canel respondió con su típico lenguaje burocrático, agradeciendo “el ofrecimiento de ayuda” pero aclarando que “la distribución se realizará en coordinación con nuestras autoridades”, una forma elegante de decir que pretenden mantener el control total sobre los recursos.
Mientras el régimen se aferra a su costumbre de monopolizar la solidaridad, Estados Unidos opta por un camino distinto: ayudar al pueblo cubano sin alimentar la corrupción del sistema. Y en medio del desastre dejado por el huracán Melissa, ese gesto marca la diferencia entre la caridad sincera y la propaganda vacía.










