En medio del caos causado por el huracán Melissa y una crisis económica que golpea sin descanso a la población cubana, el Ministerio del Comercio Interior (MINCIN) salió a desmentir en Facebook las denuncias sobre la presunta venta del aceite donado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en las bodegas del país.
La nota oficial asegura que la información difundida en redes sociales es falsa y aclara que el aceite se ha destinado únicamente a centros de protección social y a personas en situación de vulnerabilidad, de manera gratuita. Además, el MINCIN exhortó a la población a informarse solo “por los canales oficiales”.
Sin embargo, los comentarios en la publicación revelan un panorama muy distinto. Usuarios de Holguín y Santiago de Cuba, zonas duramente afectadas por el ciclón, denunciaron que la ayuda no ha llegado a quienes más la necesitan. “Aquí en San Germán, Holguín, no han dado nada a ninguna persona vulnerable”, escribió una usuaria. Otra santiaguera cuestionó: “¿A qué pueblo se le está entregando la donación? Porque mi zona, ni el delegado ha venido, y el agua nos dio más arriba de la cintura”.
En muchas comunidades devastadas, las familias sobreviven entre el lodo y la escasez, sin recursos para reconstruir sus hogares ni recuperar lo perdido. La ayuda estatal brilla por su ausencia, y la población depende, una vez más, de particulares, iglesias y grupos solidarios para recibir alimentos y suministros básicos.
Aunque la noticia reciente sobre la venta del aceite resultó ser falsa, la desconfianza ciudadana tiene raíces históricas. En 2021, durante otra etapa de emergencia, el propio MINCIN reconoció que vendió aceite de donación del PMA en seis municipios de La Habana, un hecho que generó críticas por violar normas internacionales. Tras el huracán Irma, en 2017, el gobierno incluso llegó a cobrar “gastos de distribución” por ropa, colchones y alimentos que debían ser gratuitos, obligando a rectificar tras la indignación pública.
Hoy, mientras las autoridades niegan que se repita esa práctica, la realidad en provincias como Santiago, Holguín y Granma muestra que la escasez convierte cualquier ayuda humanitaria en una cuestión de supervivencia. Una residente de El Caney, Santiago de Cuba, relató: “Vinieron dos contenedores de salchichas y casi nadie alcanzó. Por favor, todos estamos necesitando alimentos”.
Para muchos cubanos, la controversia sobre el aceite donado no es un caso aislado: representa la desconfianza acumulada por años de opacidad, la certeza de que, incluso en medio de desastres naturales, la población sigue abandonada a su suerte mientras espera respuestas que no llegan del Estado.










