Miguel Díaz-Canel volvió a apelar al discurso triunfalista este jueves al asegurar que “hasta el momento” no se han reportado pérdidas de vidas humanas tras el paso del huracán Melissa por el oriente cubano, pese a que testimonios locales y medios independientes confirman al menos dos muertes en Santiago de Cuba.
Durante una reunión del Consejo de Defensa Nacional, transmitida en el espacio Desde la Presidencia, el gobernante reconoció la magnitud de los destrozos pero insistió en que “ocurrieron de todo tipo, menos la pérdida de vidas”. Según sus palabras, miles de familias lo perdieron todo: casas, cosechas e infraestructuras básicas, pero —según él— “la vida fue preservada”.
Sin embargo, su afirmación choca frontalmente con los reportes desde el terreno. El párroco Rogelio Dean Puerta, rector del Santuario Nacional de la Caridad del Cobre, confirmó el 29 de octubre la muerte de una persona de avanzada edad en esa localidad. Un día después, familiares de Palma Soriano informaron sobre el fallecimiento de Roberto Rodríguez Munder, de 56 años, arrastrado por la corriente de un río durante las lluvias. Ninguna de esas muertes ha sido reconocida oficialmente por el régimen.
La contradicción alimenta la percepción de opacidad informativa que caracteriza a la gestión del Gobierno ante desastres naturales. Mientras Díaz-Canel hablaba de “situaciones dramáticas” y “coordinación efectiva”, las redes sociales se llenaban de imágenes de barrios arrasados, personas incomunicadas y comunidades enteras sin agua ni electricidad.
El encuentro del Consejo de Defensa sirvió también para maquillar las deficiencias del sistema estatal. Aunque el Gobierno presume de su “efectivo modelo de defensa civil”, lo cierto es que más del 95 % de los evacuados se refugiaron en casas particulares, no en centros oficiales. Incluso el dirigente comunista Roberto Morales Ojeda admitió que la mayoría “se protegió en viviendas de familiares o vecinos”, justificando la precariedad estatal bajo el argumento de “unidad y solidaridad del pueblo”.
Solo en Santiago de Cuba, más de 168,000 personas fueron evacuadas, en el operativo más grande desde el huracán Sandy en 2012. Aun así, miles de hogares quedaron bajo el agua o reducidos a escombros, y la recuperación avanza a paso de tortuga.
El huracán Melissa tocó tierra el miércoles pasado con vientos y lluvias que dejaron inundaciones severas, apagones totales y destrucción masiva en Holguín, Santiago, Guantánamo y Granma. En el resto del Caribe, el fenómeno dejó al menos 49 muertos, la mayoría en Haití y Jamaica.
Mientras el Consejo de Defensa Nacional mantiene el estado de alarma y las autoridades prometen “reconstrucción y esperanza”, la realidad sigue siendo otra: familias sin techo, comunidades aisladas y víctimas que el Gobierno prefiere borrar de sus estadísticas.










